letra pequeña

Javier Navas

Segunda fundación

HUBO que barrer los restos del bautizo antes de que se celebrara. El comité de selección decidió que Málaga no era apta para capital de la cultura europea y escogió San Sebastián. No faltaron los refunfuños: qué habrá hecho Donostia para ganar, qué no nos habrán contado, qué favores se pagaron. Tal vez la ciudad vasca presentó un mejor proyecto pero las teorías conspiranoicas atraen más que la realidad. No podemos afear nada a los europeos si el Gobierno español ejerció una "neutralidad activa" de tapadillo, asomando los dedos de los pies por la esquina de la manta. Dentro de Andalucía ni siquiera teníamos todas las papeletas. Córdoba cuenta con una historia milenaria y un nombre en el imaginario mundial. Nosotros contamos con fotos de Picasso. Hacía falta presentar un programa de festejos capaz de pasmar a Europa. Ahora, como en Bienvenido, Mr. Marshall, hay un banderín de la UE abandonado en el arroyo y una agenda que todavía puede salvarse.

Málaga 2016 pretendía ser una imagen de marca y se quedó en espejismo. No había botella tras la etiqueta, ni siquiera una vacía. Los malagueños no sabían de qué iba lo de la capitalidad. Si preguntas, quién no va a decir que está a favor, como en esas encuestas que hacía IU sobre si es mejor la democracia o el neoliberalismo. El encuestador consideraba que no hace falta aclarar en qué consiste lo neoliberal ni explicarle al malagueño lo bueno que es para su barrio el capitalismo. El malagueño no se enteró. El comité, tampoco.

La Fundación Málaga 2016 no tenía que haber llegado a 2012. Seguía arrastrándose agónica mucho después de que nos dejaran con dos palmos de narices, con los patronos en desbandá, correteando como el pollo descabezado que se escurrió tarde de entre las manos del matarife. Finalmente el alcalde De la Torre la ha liquidado, pero, encariñado con el invento, piensa sustituirla por otra; o sustituir el collar y conservar el perro. Una nueva fundación que desarrolle las viejas iniciativas y, esto es importante, mantenga el andamio administrativo que se montó para captar subvenciones. La oposición se queja. Málaga 2016 ya era un hallazgo dudoso; una vez demostrada su inoperancia, las actividades podían gestionarse directamente por la concejalía de cultura o, puestos a fundar, por la ya existente Fundación Ciedes. Pero duplicar los organismos, con otro aparato de dirección y burocracia, presupuesto, personal y los inevitables gastos descontrolados de cualquier institución, el dinero que se fuga por las junturas de las tuberías... Una imprudencia para cualquier ayuntamiento en cualquier circunstancia. Málaga, en un escenario crítico, se lo debería pensar antes de que quede inaugurado este pantano.

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