La tribuna

Joaquín Ortiz De Villajos Carrera

Vacíos urbanos, por qué no

QUE las ciudades crezcan y absorban vacíos generados en su interior por abandono, olvido, desuso u otros intereses, es algo cotidiano; pero las respuestas generadas por éstas para incorporarlos al tejido que los acoge no deberían ser siempre la misma. Málaga, en consecuencia a un crecimiento desordenado, se hace heredera de este tipo de espacios y, afrontarlos desde la nueva configuración urbana, siempre encuentra en el simbolismo o el poder del hito su reacción. Envueltos y partícipes en la sociedad del espectáculo, el consumo de masas, el urbanismo desenfrenado y la vorágine mediática, la ciudad focaliza en estos "vacíos encontrados" la oportunidad del reclamo y el uso de nuevas imágenes regeneradoras -modelo tan repetido que deja de ser novedoso- de áreas concretas o del dibujo global de la ciudad. Ésta parece querer desterrar la concepción instalada en el imaginario social y encuentra en ellos la oportunidad para ser reconducida. Pero la reconducción es idealista o, tan sólo responde a la realidad de un planeamiento, básicamente especulativo, donde la edificabilidad se compra y no se compromete con el teórico proyecto de ciudad.

Los antiguos terrenos de Repsol, de la Térmica o de Martiricos, constituyen auténticas burbujas en la cada vez más densificada trama que, pensadas para el colectivo de la ciudad y no el interés económico de "unos cuantos", ayudaría realmente a la cualificación del área, y no a su recalificación, algo más interesada. La red de vacíos pensada desde un proyecto de ciudad único sería más apropiada. Así, no todos se ejecutarían desde las mismas pautas, como ocurre en la actualidad, donde los vacíos pensados de manera aislada obtienen un resultado similar: la colmatación del espacio mediante torres. No alentamos desde estas líneas la desaparición de esos mecanismos, sino la aplicación real del concepto. Si esto fuera así, proclamaríamos la construcción de la torre más esbelta de Andalucía, de España, o Europa. Sin miedo a la altura y sin miedo al vacío. Liberaríamos realmente el suelo y erigiríamos un nuevo símbolo para Málaga. Pero no se puede vender desde la Administración que cualquier operación especulativa del suelo con la construcción de edificios altos -que no rascacielos- es un nuevo símbolo para la ciudad. Ni tolerar que la ciudad que hoy se entiende en Málaga como planificada, deje escapar oportunidades como las presentes y actúe por los impulsos que impone el mercado.

Admitimos el uso de la arquitectura de imagen o simbólica como elemento básico de comunicación; no es algo novedoso y los ejemplos se multiplican por el territorio. Lo más sorprendente de esta arquitectura del reclamo y el aparente beneficio económico, y nada más ajeno a la realidad, es su exposición pública como oportunidades para generar intervenciones de espacio público en una ciudad que los reclama, cuando es evidente que, el interés privado que desde el gobierno local se otorga a estos suelos prevalece ante cualquier otro. Sería interesante abrir en estas pompas urbanas las puertas al espacio público. Los vacíos encontrados nos permiten construir pulmones que en un futuro serán necesarios, si no lo son ya, en una ciudad en continuo crecimiento y sin límites aparentes. El que fuera alcalde de Curitiba en tres legislaturas, el arquitecto brasileño Jaime Lerner, afirmaba desde su condición de experimentado urbanista que "a veces, en la vida de una ciudad amenazada por decisiones que pueden perjudicarla, es necesario no hacer nada, con urgencia". No hay nada más contrario a un urbanismo eficiente que, tener la oportunidad de no hacer nada, y desestimarlo. Habría que incorporar la figura de máxima protección (algo así como "prohibido tocar"), a los vacíos encontrados dentro de la ciudad, o quizás mejor, imponérsela a los gestores de los mismos.

Los vacíos se presentan como esponjas capaces de absorber valores que la ciudad no posee y, sin embargo, Málaga ve como estos se encuentran en peligro de extinción o lamenta que, a los existentes, no les falten propuestas para ser llenados de nuevos lugares simbólicos para la ciudad (lo que podríamos llamar hitos políticos) o de operaciones inmobiliarias escondidas tras ellos (hitos económicos). La libertad de actuación generada en esa condición de vacío la revierte peligrosa. La mímesis de fragmentos de ciudad en estos espacios, no solo distorsiona la compleja realidad de Málaga, sino que la descualifica. Estos vacíos urbanos, atendiendo sólo a sus dimensiones, constituyen de por sí un hito en la ciudad, pues no encontramos áreas de estas características interiores en ningún otro punto. Es el espacio idóneo para el disfrute ciudadano y su interacción con el mismo (y no para pensar en el típico "jardincito" en lo que resta entre torres y demás edificaciones). Es el espacio público que no se colmata y no por ello deja de comprometerse. El espacio público del diálogo ciudadano receptivo a sus propuestas, de corporificación total, gesto e intercambio erótico, diría el arquitecto Alberto Pérez-Gómez.

Los vacíos urbanos podrían ser a la ciudad lo que las páginas en blanco al libro. Generan el ritmo necesario para hilar la lectura. La lectura de la ciudad. De su historia. Pequeños frascos de memoria ciudadana que nos sugieren imprecisiones que la ciudad tuvo y tiene respecto a ellos y, por alusión, a ella misma. El hito que la ciudad desea, ya existe. No hay que crearlo.

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