Una paradoja más. Pablo Iglesias, huyendo del Gobierno para hacer el ridículo frente a la derecha en la Comunidad de Madrid, le encargó a Yolanda Díaz el rescate, salvación e impulso de Unidas Podemos. Lo que no sabía es que Yolanda volaría por sí misma y, menos aún, que acabaría dinamitando el artefacto podemita. Para contento de Pedro Sánchez, por cierto. Querido Pedro, qué bien lo hacemos los dos.

Ahora la vicepresidenta sumarísima se dispone a rematar la faena. Relegado su mentor a la frustrante condición de ayatolá impotente del populismo efímero, Díaz está demoliendo, sin prisa pero sin pausa, los últimos vestigios del podemismo. Ya lo había purgado en las listas electorales (de los 31 diputados de Sumar sólo cinco son de Podemos, el inventor y motor de la plataforma), lo dejó fuera de las comisiones del Congreso y decretó la amortización de su ministra estrella, Irene Montero. Ni siquiera le ha mantenido su escaño. Pocos espectáculos más patéticos que el de Belarra y otros damnificados suplicando en público y reiteradamente que a la ministra de Igualdad –referente internacional del movimiento feminista, dicen– se le respete el cargo en el próximo Gobierno. Cuando todos los implorantes son conscientes de que Montero está condenada desde su malhadada ley del sólo sí es sí y su empecinamiento en defender el error. Condenada por Sánchez, que no tuvo arrestos para destituirla, anteponiendo el respeto a la cuota pactada a su propia dignidad, y condenada por Díaz, que tiene todos los arrestos del mundo y más para quitarse de enmedio a cualquier compañero/a que pueda hacerle sombra.

Hasta la presencia misma de Unidas Podemos en el Gobierno de la inminente investidura al más alto nivel está en peligro. A ver. La reducción de carteras que se da por segura implicaría que Sumar se va a quedar con cuatro ministerios como máximo. Uno, con vicepresidencia incluida, será para Yolanda Díaz, lógicamente. Para los tres que quedan hay cuatro grupos que la jefa del tinglado radical coloca por delante de Podemos: Más País, Compromís, Izquierda Unida y el especial Podemos catalán, representado por quien diga Ada Colau.

Decididamente, a Podemos no le salen las cuentas. El caso es que poco puede hacer para eludir su destino. O lo acepta con resignación o patalea sin romper la coalición: las dos cosas son peores. Quien le da la puntilla es quien fue ungida para salvarlo. Otra torpeza de Pablo Iglesias. Una más.