Letra pequeña

jAVIER NAVAS

Lo amontonado es deuda

UNA forma tosca pero no inválida de describir la crisis es compararla con el "mercado de futuros", que es cosa de profesionales, sólo que está vez todos participábamos en un "mercado imaginario": comprábamos a crédito a quienes, mientras esperaban que les pagáramos, se sustentaban también a crédito, con nuestra deuda como aval. Vamos, se prestaba y fiaba con un dinero que solo ocupaba sitio en la fantasía y no se ajustaba a la creación de riqueza real. Bastó un niño gritando que los emperadores íbamos en porretas para que el clima de confianza insensata se aborrascara y nos helara las partes nobles. El crédito dejó de circular y al mismo tiempo a todos los acreedores les entró prisa por cobrar con dinero que sonara en la hucha... Algunos hablan de estafa, de señores gordos con traje y cohiba conjurados para aprovecharse del resto, pero no atribuyamos a la perfidia lo que puede explicar la estupidez.

Destaca como deporte de la marca España blasfemar contra el político pero también es muy celtíbero creer que fiarle es seguro. No se trata solo del coleccionismo de sobres; llegar a proveedor de una institución pública garantiza contratos sabrosos y serios. Tarda en pagar, sí, pero mientras la Diputación o el ayuntamiento cumplen, los proveedores se mantienen con otros trabajos y pidiendo créditos que los bancos no niegan, pues quien se las entiende con un político es un negociante de pedigrí. Nadie se daba cuenta de que esta economía era como las escaleras y cataratas del dibujante Escher, que sólo se apoyan sobre sí mismas y nunca dejan de subir o manar. Si pican el empresario o el banquero es un problema, pero que lo haga el ayuntamiento, cuya obligación consiste en asegurar el bienestar de todos, es una irresponsabilidad.

En Estepona están alimentando la trituradora con facturas del ayuntamiento que nunca se pagaron y que acabaron por prescribir. Muchas son menores, aunque están llenas de ceros porque se extendieron en pesetas. "Papelas" tan prosaicas como la cuenta de una ferretería se amontonan y contribuyen a que los negocios quiebren, a que los empleados vayan a la calle, no coticen, no paguen impuestos, no consuman y se mantengan con el subsidio, si no con la beneficencia. La crisis fue imprevista pero no imprevisible. Sí quienes velan por el pueblo contribuyen a derruirlo... Qué quieren que les diga, el gordo trajeado del puro me inspira más confianza.

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