¿Quién tendrá que limpiar esto?

Aunque nos hagan creer lo contrario, el gasto público descontrolado no puede sostenerse mucho tiempo

Nunca me canso de citar esa frase que aparece al final de El gran Gatsby y que define a la pareja de ricachones formada por Tom y Daisy Buchanan. Después de provocar un desastre detrás de otro, Tom y Daisy –tan narcisistas, tan idiotas– desaparecen sin dejar rastro, ya que eran esa clase de personas “que destrozaban cosas y personas y luego se refugiaban detrás de su dinero o de su inmensa despreocupación, dejando que otros limpiaran la suciedad que ellos habían dejado”. Es una frase magnífica. Y me temo que esa misma frase se va a poder aplicar al gobierno de nuestro apolíneo caudillo Sánchez, cuando algún día –quizá dentro de treinta años– abandone por fin el poder en un magnánimo gesto de amor por su pueblo. Y entonces nos vamos a encontrar con un país en ruinas (si es que el país sigue en pie). Y entonces, otros tendrán que limpiar la suciedad que ellos nos habrán dejado.

Por mucho que el Ministerio de Propaganda –que ahora incluye al Ministerio de Cultura– nos haga creer lo contrario, la política de gasto público descontrolado no puede sostenerse durante mucho tiempo. Simplemente, los números no dan. Pero toda la política del gobierno más izquierdista de la Unión Europea –que cuenta al menos con una leninista en el gabinete– va dirigida a disparar el gasto público para crear el mayor número de redes clientelares. Es el modelo kirchnerista que ha tenido tanto éxito en la Argentina que ha causado una inflación del 140% anual y la llegada al poder de un demente armado de una peluca y una motosierra. Y por supuesto, aquí también tendremos que enfrentarnos a un demente cuando este gobierno abandone el poder.

Los economistas “progresistas” creen que el despilfarro ininterrumpido se puede pagar aumentando los impuestos a los “ricos”, dado que los progresistas creen en la existencia milagrosa de “los ricos” con la misma fe con que los teólogos medievales creían en la transubstanciación del Cuerpo de Cristo. Pero los ricos son justamente ricos porque saben eludir el pago de impuestos, de modo que al final quien va a pagar el gasto despendolado van a ser los cuatro desgraciados de siempre: los autónomos, los pequeños empresarios, los profesionales y los empleados del sector privado. Y ellos, si es que sobrevive alguno, serán los que tengan que limpiar la suciedad que nos habrán dejado

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios