El voto útil

Hay algo que no le pueden negar a Vox ni amigos ni enemigos: su legítima condición de china en el zapato

He criticado muchísimo los postulados de Podemos, pero su existencia nunca. Es necesaria, si queremos que todas las ideas –incluso las malas— estén representadas; y así pueden ser confrontadas. De paso, sus votantes han podido observar a sus líderes y adónde nos llevan, y, sobre todo, adónde han traído al PSOE. Como un catalizador, lo han dejado que no lo reconoce ni la madre que lo parió, como tendría que decir Alfonso Guerra.

Lo chocante con Vox es que, bastante más que sus ideas y propuestas, se combate su existencia. De forma maquiavélica en la izquierda, para forzar al PP a revolverse; y desde el PP con una saña que a cualquier observador con curiosidad psicológica le tiene que extrañar. Estratégicamente es un desastre, porque cuando luego el PP tiene que pactar con Vox, se ha minado el propio terreno. También institucionalmente resulta raro, en cuanto que implica cuestionar la representación de tres millones de españoles. Además, son los partidos medianos los que sostienen la independencia del poder legislativo. Si no, el Parlamento quedaría en manos de las mayorías controladas por el Ejecutivo y por la dichosa disciplina de voto.

Sin embargo, la explicación última de esta persecución ontológica podemos encontrarla en las informaciones de estos días. El PP estaba dispuesto a ofrecer medidas de gracia a Puigdemont a cambio de sus votos en la investidura. Para convencerle presumieron (¡almas cándidas!) de que podrían facilitar “medidas de gracia con menos resistencia que el PSOE” porque “controlan el CGPJ y el Estado”.

Esas movidas explican perfectamente la querencia tan autolesiva de Feijóo de ir diciendo que él no es presidente porque no quiso. Delata así su envidia tácita a la maniobra de Sánchez, que sí que quiso. A nadie se le escapa (y menos tras las últimas declaraciones extrañas y las filtraciones de Junts) que no fue exactamente porque no quiso. El auténtico obstáculo estaba en los 33 diputados de Vox. Esos les hacían falta a Feijóo para sumar, pero esos jamás sumarían con Junts.

Y esa es toda la aritmética. Vox es una china en varios zapatos. Constriñe al PP, deja en evidencia a los partidos de ultraizquierda que sí que han sumado con el nacionalismo insolidario catalán e incomoda los acuerdos profundos del PSOE con el PP en materia de impunidad política, Agenda 2030 y política europea. ¿Se entiende o no se entiende ya que se ataque tanto su existencia?

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