Por fin le ha llegado a Gloria Muñoz un papel protagonista en cine. Lo merecía hace décadas. Pero las cosas suceden cuando suceden. Gloria Muñoz es una de las grandes de nuestro teatro. Establecer rankings puede ser un ejercicio de riesgo tanto por las presencias como por las omisiones. Para mí, sin dudarlo, Gloria Muñoz es una de esas actrices que está en lo más alto de nuestras artes escénicas. Enlazando trabajos, que es lo bueno (Emilia, El Señor Ye ama los dragones). Convirtiendo, con su presencia, en filigrana cualquier personaje. ¿Quién pudo verla en La respiración de Alfredo Sanzol y ver después la función con Verónica Forqué? Las comparaciones son odiosas, pero los aficionados que presenciaron esa doble versión saben a qué me refiero.

Como en el cine, tenemos un star system teatral: Blanca Portillo, Aitana Sánchez-Gijón, Barbara Lennie convierten en acontecimiento el proyecto que acometen. Y no seré yo quien las infravalore. Pero hay tapadas deliciosas. Enormes. De ella la que hace tiempo que rompió es Pilar Castro, la mejor actriz de su generación.

Gloria Muñoz lo es en la liga de las veteranas. Y puede medirse con las Espert que se le pongan por delante. Pese a todo, en cine hasta ayer sólo había hecho secundarios. Planteándonos futuribles maravillosos, ¿cómo habría sido una protagonista de Gloria Muñoz con personaje en estado de gracia dirigido por Almodóvar, Iciar Bollain, Gracia Querejeta? Nunca lo sabremos. Del mismo modo que ignoramos cuánto darían de sí una María Casal o Elvira Mínguez dándolo todo con los más grandes.

Ojo, que Mi querida cofradía da más de lo que promete. Y nos regala a una Gloria Muñoz que vuelve a estar enorme. Por favor, que algún despistado no le dé ningún premio revelación, que lleva cincuenta años bordando el oficio.

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