Análisis

Ángel jiménez

¿Gol del Barcelona al Málaga?

A los clubes se les llena la boca hablando de valores, pero toca exhibirlos en el césped

Los clubes (no sólo el Barcelona el pasado sábado), en general, pierden muchas oportunidades de escribir páginas gloriosas en la historia ética del fútbol (y falta hace que se escriban muchas, por cierto).

Desconozco si Digne sabía que su centro procedía de fuera del terreno de juego, pero, si lo sabía, debió decírselo al árbitro para que este rectificase. Sí, ya sé que muchos de ustedes estarán pensando que soy tonto (o algo peor), pero yo creo en la alegría de la honestidad, además de que se hablaría de ese inolvidable ejemplo en el mundo entero (en los colegios, en los medios de comunicación…) y tanto el jugador como el club serían alabados.

Suponiendo que el jugador no hubiera podido ver si el balón había salido (cosa muy probable), lo que está claro es que a los pocos segundos todos los directivos habrían comprobado, a través de la televisión, que el gol no debía subir al marcador. En ese momento, el presidente habría podido mandar un recado al delegado del equipo para que éste avisase al árbitro de la conveniencia de rectificar su decisión. De llegar el mensaje una vez reanudado el juego, la rectificación habría resultado imposible, pero sí podría el Barcelona haberse dejado marcar un gol.

A los representantes de los clubes se les llena la boca hablando de los valores que encarna su institución, pero a la hora de la verdad, cuando hay que demostrarlos en el terreno de juego compitiendo con deportividad, esos valores suelen desaparecer para dar cabida a lo único que suele importarles: ganar como sea.

El cambio del que hablo no sólo es posible, sino también deseable. Hemos de hacer el esfuerzo de mostrar a los jóvenes que hay principios que, por su extraordinario valor, deben ser siempre respetados. Hemos de ayudarlos a ver que hay conductas positivas y otras negativas. Hemos de ayudarlos a descubrir la grandeza de lo grande para que ellos la busquen siempre, no solo en el deporte.

El fin no justifica los medios, sino que el seguimiento de unos medios lícitos, honestos, es en sí mismo un fin, un camino de felicidad, independientemente de los marcadores o el dinero. Por eso, si el Barcelona (o el que corresponda en cada caso) hubiese llevado a cabo las acciones que he apuntado, habría tocado el cielo y habría ayudado a muchas personas a experimentar sensaciones sublimes; mucho más que las de un gol.

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