Calle Larios

Pablo Bujalance

¡Abrazo fuerte!

NUNCA me ha terminado de hacer gracia esa gente que va por ahí dando abrazos gratis. Alguna vez se me ha acercado un entusiasta de esta religión (tanto rollo fraternal no hace más que delatar la nostalgia de la parroquia) y, entre las pintas y el olor a rancio, he tenido la impresión de que era un dromedario lo que se me echaba encima. Un individuo capaz de saltarse así a la torera la distancia psicológica de seguridad, ésa que tanto se echa de menos en los ascensores compartidos, es merecedor, cuanto menos, de sospecha. Y esa manía de anunciarse a lo Compro Oro da a entender que los que realmente necesitan un abrazo son quienes los van pregonando sin ton ni son: al cabo, una buena estrategia de inserción social no le vendría mal ni al alcalde. Ahora han detenido en Málaga a una cuadrilla que iba por la calle regalando abrazos como padrinos en una boda y aprovechaban la coyuntura para sisar la cartera a los incautos que picaban. Es la vieja historia de la picaresca española: quien más empeño muestra en agasajarte será quien más interés tenga en dejarte sin blanca. Pero, claro, no sé qué esperaban de esos iluminados que se plantan en la Plaza del Siglo diciendo "¡Abrazo fuerte!", como los Teletubbies. Cuando leí en este periódico la noticia de los infames atracadores me entraron ganas de ir a una plaza y gritar: "¿Lo ven? ¿Ven cómo tenía yo razón?". Mi abuela Carmen me enseñó a desconfiar hasta del cartero, y mis tentaciones filantrópicas se ven razonablemente equilibradas cuando pongo coto a quienes se empeñan en demostrarme mucha amistad poniéndome la mano encima. Todo se resuelve mejor a dos palmos de distancia. Ya lo advertían los viejos latinos: Timeo danaos et dona ferentes. Temo a los griegos aunque traigan regalos. Miren si tenían o no tenían razón.

El mayor ejemplo nos lo pone en bandeja la Junta de Andalucía. Susana Díaz ganó las elecciones y para hacerse con la presidencia jugó a ser la madre de todos los andaluces, prometiendo abrazos a mansalva, antídotos preclaros contra la soledad. El Gobierno autónomo también se encargaría del cariño, ¡faltaría más! Ahora tenemos centros de salud asfixiados por culpa de una administración que decide no contratar (los centros educativos ya están preparados para el comienzo de curso), La Cónsula y La Fonda otra vez con el agua al cuello cuando Díaz había prometido justo lo contrario y los juzgados de Córdoba sin aire acondicionado porque para qué. ¿Y quién paga los servicios que no se ofrecen? Lo mismo: mucho abrazo, y es la Junta la que nos birla la cartera. Arriba las manos.

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