Voces de papel

Magdalena Martín

Aguafiestas

TENGO un amigo alegre como unas campanillas que odia la Navidad, y que a través del correo electrónico, entre otros deseos manifiesta el de sumergirse en un sueño profundo llegado el 20 de diciembre y despertar cuando ya se estén acabando las rebajas. Una cosa es que decidas libre y lúcidamente prescindir de los fastos que la Navidad trae aparejada, y otra muy distinta es que te obliguen a ello por la fuerza. Los aguafiestas no descansan nunca, antes al contrario, en estas fechas parecen encontrar una motivación extra para amargarle la vida a sus víctimas.

El número uno de la lista de aguafiestas está copado, otro año mas, por los terroristas etarras y sus mamporreros, que sincronizaron el estallido de una bomba en Balmaseda con la cena de Nochebuena, obligando a 12 familias cuyo único delito era habitar en los aledaños de una Casa del Pueblo, a desalojar sus viviendas y pasar el 25 intentando rescatar sus enseres personales del amasijo de cascotes y cristales rotos, y preguntándose si podrán o no recuperar un techo. La segunda posición del ranking es también otro clásico perverso, el de los terroristas del motor que juegan a la ruleta rusa con las vidas ajenas, objetores persistentes de los puntos, las campañas de la DGT y los controles. Treinta y siete personas muertas en cinco días, diez más que el año pasado, son muchas familias rotas incapaces de disfrutar ni esta ni ninguna otra Navidad. En el número tres nos encontramos con otra bien conocida variante del terrorismo, el de género, que suele encontrar en el sentimentalismo propio de la fechas el caldo de cultivo idóneo para perpetuar la masacre.

Este año la novedad estriba sin embargo en la aparición de nuevos aspirantes a aguafiestas, que han irrumpido con fuerza en la lista de los más odiosos. Nos quedamos con dos ejemplares de predadores navideños. Los acosadores juveniles, que obligados por las vacaciones escolares, cambian de estrategia y en días como la Nochebuena despliegan todas sus armas para obligar a menores de edad, o simplemente a quienes son más débiles, a ingerir alcohol y otras sustancias tóxicas con el único propósito de convertirlos en el blanco de sus mofas. Y finalmente, los timadores de diverso pelaje, ejemplificados en la empresa Nutra Life, con sede en Málaga, desmantelada unos días antes de que nos lanzáramos a la bacanal de comidas sinfín, y que decía ayudar a perder los kilos extras ganados con fraudulentos productos milagrosos que contenían hormonas perjudiciales para la salud. Puede que los aguafiestas sean cada vez más y ganen cada vez más batallas, pero nunca conseguirán ganar la guerra.

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