cuchillo sin filo

Francisco Correal

Aquelarre de pamplinas

CUANDO nació mi amigo Pepe, la Señora cumplía 18 años. Cuando nació mi amigo Antonio, ya había llegado a los veinte. Es la mejor manera de que los allegados no se olviden de tu cumpleaños: venir al mundo el día que se conmemora la proclamación de la II República. Aunque en 1949 y en 1951, los años de aparición de Pepe y Antonio, respectivamente, esa palabra era proscrita. Se habían cumplido diez y doce años en cada caso del final de la guerra civil. Lo realmente mágico de la Monarquía constitucional española -Juan Carlos I es rey de Macondo y, si se lo permite Javier Marías, de Redonda- es que buena parte de los partidos políticos que se legalizaron en 1977 eran de obediencia republicana.

A día de hoy, hay más manifestaciones a favor de la República que de la Monarquía. Para exhibir sin complejos la bandera que a ésta la representa, tuvimos que ganar un Mundial de fútbol con el gol que marcó un futbolista de un pueblo de Albacete. Pepe, José Jesús Galindo, es mi panadero, nació en Alcalá de Guadaíra y despacha en la calle donde nació Juan Belmonte. Antonio Falcón es abogado y dirige el colegio mayor Maese Rodrigo en unos pabellones que montó un país nórdico para la Expo 92. Los dos son republicanos juancarlistas.

Al calor de la fecha, prodigan los actos conmemorativos o reivindicativos. La víspera del 14 de abril, el hispanista británico Paul Preston vino a hablar de su libro El Holocausto español, una historia universal de la infamia patria. Ayer se presentó el libro La Dictadura en la Dictadura. Detenidos, deportados y torturados en Andalucía durante el estado de excepción de 1969, con prólogo de Nicolás Sartorius. Y hoy mismo en el Casino de la Exposición el flamencólogo Manolo Cerrejón presenta una antología de cantes republicanos.

La proximidad cronológica debió ser un detonante para los excesos verbales que tuve ocasión de escuchar en la presentación del libro Los cornetas del Apocalipsis, del periodista José María Izquierdo. Como esos aficionados que van con sus motos a ver las carreras de motos -una de las redundancias más absurdas que uno puede imaginar-, el público estaba por la labor de sumarse a lo que fue un aquelarre de pamplinas. Por lo visto estamos rodeados de un Leviatán fascista, franquista, reaccionario y de extrema derecha. Fueron los epítetos que monopolizaron la presentación, con perlas como que Aznar ganó las elecciones en 1996 con un "minogolpe de Estado", mientras que Zapatero por lo visto lo hizo en 2004 en un remanso de paz. Alguien incluso acusó a la caverna de pasarse la vida en las tertulias intoxicando al personal, tertulias que son el modus vivendi de algunos de los que asistieron al aquelarre.

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