Postales desde el filo

José Asenjo

Asuntos internos

LE han hecho todo tipo de interpretaciones de la inesperada decisión de la dirección federal del PSOE de disolver la organización madrileña. Pero, como dijo Freud, a veces un cigarro puro, sólo es un cigarro puro. Creo que la explicación más razonable está en lo que a mi juicio es el más claro síntoma de enfermedad que padece el socialismo español: su manifiesta incapacidad para recuperar el enorme poder territorial perdido en las últimas décadas. La comunidad de Madrid y la valenciana, junta a Andalucía y Cataluña, fueron lo pilares sobre los que los socialistas asentaron su poderío electoral en los ochenta. Son muchas las causas que explican ese declive territorial del que sólo queda Andalucía como excepción. Una de ellas es el cambio que sufrió el modelo federal de partido cuando el poder orgánico real pasó de facto a las direcciones regionales. Hasta el punto que, en ese ámbito clave en cualquier partido, a la ejecutiva federal sólo le quedaba ejercer un papel simbólico. Algo así como el de la Corona en la estructura del Estado. Todo empezó, tras la marcha de González, cuando en el caótico periodo de Almunia la CEF quedó incapacitada. Posteriormente, Zapatero tras ganar el congreso por escaso margen, para evitar la conflictividad que conlleva decisiones como las que ha tomado Pedro Sánchez, acabó acomodándose a un estatus de paz por territorio con los aparatos regionales. Conscientes de su poder sobre el conjunto de la organización, éstos han dedicado sus energías a consolidar su poder interno evitando la ardua tarea de modernizar y renovar sus obsoletas organizaciones. Es cierto que los males del PSM no son distintos a los de otras federaciones. Y es razonable cuestionar la oportunidad y el momento. Pero lo relevante es que, ante una situación de vida o muerte, la dirección federal está haciendo lo que sus antecesores no pudieron o no quisieron hacer: ejercer la máxima responsabilidad sobre la organización y la vida interna del partido. Qué hacer cuando responsables de agrupaciones, ante unas elecciones decisivas, en lugar de buscar los mejores cabezas de cartel optan, para salvaguardar sus intereses internos, por repetir con opciones perdedoras. La obligación estatutaria de la ejecutiva federal es intervenir para intentar evitar una derrota que parecía irremediable. Algo que si, con las debidas cautelas, debería hacerse en cualquier otro sitio, en Madrid, por su carácter simbólico, con mucha más razón.

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