La tribuna

carmen Pérez

'Bitcoin', el nuevo dinero

CONVIENE que vayamos familiarizándonos con secuencias alfanuméricas como 1LtU9rMsQ41rCqsJAvMtw89TA5XT2dW7f9 porque es posible que en poco tiempo nos veamos utilizando monedas criptográficas, como los bitcoins, la más importante, por el momento, de las más de seiscientas que existen en la actualidad. Instalados cada vez más en la intangibilidad del dinero, con ellas ahora se pretende que las transacciones entre los usuarios -cobros/pagos- se lleven a cabo con total confianza pero sin intervención alguna de entidades gubernamentales y financieras. Toda una revolución monetaria, ya que conlleva que la confianza, fundamental para la aceptación de una moneda, la proporcionen la tecnología y la ciencia que la hacen funcionar.

Con bitcoins ya se puede recargar el móvil, alquilar una casa rural, comprar ropa, reservar un hotel o realizar apuestas deportivas. Incluso existen en España cajeros de bitcoins que permiten convertirlos a euros. Su creciente función como medio de pago hace que, según los últimos estudios publicados, el número de usuarios activos de bitcoins sea de 1,3 millones, estimándose que para 2016 se alcanzarán los 4,7 millones de usuarios. Aproximadamente el 80% de las transacciones se efectúan desde China, seguido de Estados Unidos, con un nivel cercano al 14%.

Esta divisa electrónica se genera por el desarrollo de un algoritmo matemático ideado en 2008 por un japonés-norteamericano, de seudónimo Satoshi Nakamoto. Los mineros, como se les denomina emulando la obtención de oro, consiguen los bitcoins resolviendo esa compleja estructura matemática a través de potentísimos ordenadores con los que hacen miles de millones de cálculos por segundo. La extracción o resolución se vuelve con el tiempo cada vez más complicada, y finalizará cuando se alcancen los 21 millones de bitcoins que se estableció de partida como máximo.

Una vez que los bitcoins son generados, cualquiera puede adquirirlos a través de las numerosas plataformas (Coinbase, Gemini, Bitstamp, BTC-e, BTCChina, por citar algunas) que ofrecen este servicio, actuando como casas de cambio para que el usuario intercambie dinero tradicional por bitcoins. Para ello, necesita un monedero o wallet, equivalente a un monedero físico, donde se almacenan y gestionan las direcciones bitcoin de un usuario y los pagos que realiza. A partir de ahí, puede ejecutar transacciones en tiempo real con otros usuarios, sea cual sea su localización, a través de la red P2P o peer-to-peer, con costes de transacción bajísimos. Todo basado en herramientas criptográficas, que mantienen los registros de las transacciones, que no pueden ser alterados y que son accesibles a la totalidad de usuarios, lo que garantiza la transparencia. No obstante, el anonimato está asegurado.

La seguridad del sistema, desde el punto de vista matemático, está completamente garantizada -la falsificación es imposible-, pero no en su operativa, en su mayoría por motivos que no son ninguna novedad en nuestra sociedad, como robos o ataques de hackers al sistema, afectando al funcionamiento ordinario o a la divulgación de claves privadas, que incluso han provocado que varias grandes plataformas cierren sus puertas. También los monederos presentan vulnerabilidades, siendo fundamental guardar las claves en un lugar seguro sin conexión a internet (almacenamiento en frío), y conservarlo, porque fue sonado el caso de un galés que perdió 7.500 bitcoins, 750.575 dólares, por desprenderse del disco duro en el que había guardado la clave.

El posible blanqueo de capitales o la utilización para la compraventa de productos ilegales, además de los fraudes, robos, ataques informáticos y pérdidas que los usuarios y plataformas han sufrido, abren el debate acerca de la conveniencia de su regulación. Prohibidos o regulados, pasando por tolerados o permitidos, la situación es distinta en cada país. En España el bitcoin no tiene la consideración de dinero electrónico sino de bien mueble, cuya contabilidad es similar a la de cualquier otro activo. Pero, al margen de que se consienta por parte de las entidades gubernamentales y financieras que se extienda su utilización, lo cual es bastante improbable, de momento el bitcoin tiene un hándicap importante: su enorme volatilidad. En los dos últimos años ha cotizado desde 50 a 1000 euros, dándose diferencias considerables según la plataforma, provocando un efecto especulativo brutal e impidiendo que pueda cumplir otra de sus funciones esenciales: ser reserva de valor. Así, por mucho que como medio de pago consiga total confianza, es del todo imposible que tenga éxito esta revolución.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios