postales desde el filo

José Asenjo

Carta al director

QUERIDO director, el pasado domingo hacías en tu columna un sano ejercicio de humildad periodística. Algo que, por cierto, es bastante infrecuente entre los de tu especie. ¿Y ahora qué hago?, te preguntabas con ironía después de que, según vuestras propias encuestas, la mayoría, por decirlo de forma suave, era claramente contraria a tus opiniones sobre la pésima gestión del alcalde. Claro que, no es menos cierto, que el hecho de que los sondeos sean favorables a la corporación no niega que sus errores pesen más que sus aciertos, o que haya indicios razonables para considerar agotado su proyecto para la ciudad. Según la politóloga Amy Gutmann, la preeminencia de la mayoría es una regla de la democracia, no un principio. Para resolver el espinoso asunto de a quién dar el poder para gestionar los asuntos públicos, sin duda la fórmula más sensata es que sea el más votado (todos los métodos alternativos ensayados hasta ahora han resultado infinitamente peores), pero tal cosa no significa necesariamente que ganar te haga mejor político o mejor persona.

Las preferencias de los electores están determinadas por causas muy diversas. Quizás, porque, como tú bien sabes, la superficie de la democracia no es lisa sino más bien rugosa y, a veces, áspera como una lija. A la vista del ambiente encolerizado de esta precampaña, las municipales no son más que otro hito en la interminable campaña de las generales que el PP y su ruidoso coro mediático empezaron en el momento en que concluyó el recuento el 9 de marzo 2008. Por todo ello, es muy probable que las opiniones políticas de los encuestados sobre política local estén inevitablemente contaminadas por asuntos que poco tiene que ver con su ayuntamiento. Prueba de ello es la extraña homogeneidad que se da en las encuestas municipales. Por muy distintas que sean las circunstancias de cada ciudad, los sondeos de todas ellas parecen calcados unos de otros. Al pesimismo propio de una crisis, cuya profundidad aún desconocemos, se suma el insensato nihilismo de quienes agitan debates artificiales para llevar la crispación demasiado lejos, incluso para nuestros estándares. No hay mejor ejemplo de intoxicación electoral que el insólito intento de los populares de sobreimpresionar (como hicieran en Tele Madrid) en el subconsciente colectivo la imagen de que ETA y PSOE son una misma cosa. Y todo ello cuando, casualmente con un Gobierno socialista, el terrorismo parece definitivamente vencido por el peso del Estado de Derecho, ¿no es extraordinario?

Por último, querido director, he creído ver -igual son cosas mías- debajo del tono irónico y divertido de tu columna, una sombra de ácido sarcasmo. Una cierta melancolía ante lo arduo que resulta en estos tiempos hacer aquello que en democracia corresponde por naturaleza a la prensa: ejercer de conciencia crítica y mostrar la cara oculta de un poder político cuya hegemonía en muchas ocasiones supera los límites que le marca el propio sistema. ¡Ánimo, jefe!

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