tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Edad para ser prudente

SUS declaraciones suscitan polémica e impacto mediático, los mejores antídotos contra la espiral de silencio. A los 59 años, el intenso moreno capilar le confiere un aspecto algo artificial, en la línea lejana de un amigo libio diez años mayor. De su juventud tardía destacan los enunciados chocantes que destilan sus ideas, llamados a nutrir los libros menores de citas célebres, que dan munición erudita a escribidores poco leídos, capaces de recordar los apotegmas de Plutarco. Perlas que, en la transcripción literal, no siempre ofrecen el jugo expresivo que aporta el acento inequívoco de su autor. Un insulto como "a mí me gustan mucho los animales, por eso usted me cayó bien", pasa a ser una gracia si nos la cuenta Cantinflas.

Mientras estuvo al frente del país, su discurso y gestión tuvieron notables virtudes, reconocidas incluso por quienes sufrían su azote, los enemigos de lo que él tenía por la buena España. Durante un primer tiempo de oposición, su aspereza frente a los liderazgos de otros, ideológicamente afines, le describía como un hombre de carácter que no había tirado la toalla de la política. Con posterioridad, se fue perdiendo en la supremacía del don de lenguas y en la vitola académica de sus entorchados norteamericanos, y comenzó a mirar a España y a los españoles con una ojeriza que lo reivindica como látigo de un amplio sector de su país. Aquí y allá descubrimos los amigos de su red social, donde ahora pena un tipo extravagante que, ya en 1986, recibió el castigo del republicano Ronald Reagan tras el atentado de Lockerbie…

Hay muchas conjeturas sobre la psicología de los líderes, especialmente de aquellos que fuerzan su presencia por sentir el designio divino que los aúpa sobre el común de los mortales. Alfred Adler estudió bien el fenómeno de las patologías del poder que se alejan de la salud psicológica de las democracias. Las expresiones histriónicas y el caminar de puntillas sobre la inteligencia del país provocan la hilaridad de la mayoría, porque no es justo asignar a las posiciones conservadoras, que legitiman la pluralidad democrática, la complacencia con ocurrencias, caprichos e intereses opacos que subyacen en las manifestaciones por todos recordadas.

Las sociedades que cambian, que abandonan las pesadillas de su Historia y los demonios que se pelearon ayer, dejan menos espacio a quienes, con barniz rancio, tratan de embadurnar la política escarbando en las miserias que la han llevado al descrédito. A lo mejor, estos manotazos al sentido común terminan siendo una invitación a dejar de mirar hacia atrás…

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