EL alcalde de Madrid pretende que el programa electoral del PP contemple una ley que permita a los ayuntamientos retirar a los mendigos de las calles aun en contra de su voluntad. Dice que esta medida no es ni populista ni estética, pero yo creo que es objetivamente populista y estética. Y mucha más gente, incluyendo su compañera Esperanza Aguirre, quien le ha replicado que a estas personas no se les puede privar de sus derechos.

No hay que dudar de la buena intención de Gallardón. Él mismo ha matizado que sólo se barrería a los mendigos cuando haya recursos suficientes y gratuitos para atenderles. Ahora bien, ¿eso cómo se mide? Alguien que conoce bien la situación de este colectivo, el Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, precisó ayer que hay un gran déficit de albergues. Por otra parte, una medida de carácter general no tiene en cuenta la singularidad de los sin techo. Todos los que trabajan con ellos saben que muchos padecen problemas mentales, enfermedades y adicciones, se adaptan con dificultad a la convivencia con otros, rechazan dormir en grupo o chocan con horarios y normas.

No por hallarse en la indigencia pueden ser forzados a trasladarse a una residencia pública, salvo que se considere que son culpables de su pobreza y deben pagar por ello. Como si la miseria fuera pecaminosa y no un subproducto de la sociedad. Que la Policía Municipal los conduzca cada noche a un albergue, una vez aprobada la ley que propone Gallardón, significaría de alguna manera una sanción por su propia condición de parias, pero nuestros códigos no castigan tipos humanos, sino conductas. Si no hay delito ni desorden es un exceso atropellar su voluntad de dormir al raso.

Hablemos claro. Los mendigos incordian, molestan y afean el paisaje de nuestras ciudades, pero infinitamente menos que cualquier botellón consentido por la autoridad. Por eso digo que la propuesta de Gallardón está relacionada con la estética: es más cómodo limpiar las calles de los pobres que duermen sobre cartones que de los que se emborrachan en masa, ensucian y no dejan dormir a los vecinos. Y también es populista. Se emparenta directamente con las ocurrencias de Sarkozy o Berlusconi acerca de los inmigrantes, que siempre se activan en víspera de elecciones. Como la que vivimos ahora en España.

Cáritas ha calculado que existen alrededor de 30.000 mendigos tirados en las calles españolas. Han llegado a eso por una serie de circunstancias personales y sociales. El de los sin techo es un problema complejo. Retirarlos de la vía pública por las noches es una solución simple. O sea, una no solución.

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