PANORAMA SIN EL SILO

Francisco Peñalosa

La Escuela de Jerez

REINANDO Pedro Pacheco en el califato de Osborne y Domecq, se formó lo que algunos han dado en llamar la Escuela de Jerez. No se trata de nada relacionado con caballos o toros de lidia. Tampoco sus miembros tienen esa figura erguida, encorbatada, engominada y recién planchada, propia de la oligarquía de bodega y ganado. Más bien se parece a un cantante apátrida, metido en kilos, vestido de luto y sin afeitar. La Escuela de Jerez ha sido la fragua donde se ha forjado la ideología del urbanismo andaluz contemporáneo. Sus miembros redactan en la actualidad la parte del león del planeamiento de la comunidad chavista. Un portavoz de la citada escuela suele resumir las conclusiones a las que han llegado tras años de intensa y fecunda experimentación: "En el urbanismo, la última palabra la tienen los políticos". Sorprendente descubrimiento. Ha sido como una ducha helada de realismo sucio para aquellos que creen en la posibilidad de participación de la sociedad civil, en los procesos de formación de ciudades y concentraciones urbanas.

En la Escuela de Jerez aclaran: "A nosotros no nos encargan nada a dedo, ganamos concursos". Concursos que se puntúan de 1 a 10. Un punto para el currículum, y nueve para el carné en la boca. Dime quién te premia y te diré quién eres. Los vínculos trenzados con lazos de afinidad, complicidad, fidelidad y militancia, entre políticos y urbanistas, no tienen por qué ser malos ni buenos, sino todo lo contrario. El Barón Haussmann reunió en su persona esa doble condición. También -con distinto resultado- gozó de la divina facultad de ejercer simultáneamente como juez y como parte Jesús Gil y Gil (y algunos más). Qué hermoso es ser juez de uno mismo, con resultado de lucro ascendente. Pero al llegar la primavera hasta los jueces se alteran. Incluso el propio juicio se echa a perder. En la primavera de 1968 ardió París, se incendió Praga, mataron a Lutero King y Massiel ganó Eurovisión diciendo la-la-la. Cuarenta años después -¡ay madre!- en 2008, en el PP han perdido la esperanza en Esperanza, y el Barça ha perdido la esperanza de quedar subcampeón de Liga. Aparecen de pronto cuatro mil curas pederastas, y a diario leemos en los periódicos la crónica de una muerte anunciada envuelta en un clima roñoso de insolidaridad hídrica. Lo decía Miguel Hernández: "Tanto río que va al mar donde no hace falta el agua". Todo se altera en primavera. Gana Berlusconi y mañana se festeja en Día del Libro, celebrando la muerte de los dos mejores juntapalabras de la historia. Ya es primavera en El Corte Inglés pero en la administración de justicia no amanece. Ayer decía un titular: La injusticia de la justicia. Treinta años esperando una sentencia por estafa a tres mil compradores de viviendas. Que treinta años no es nada. El cerebro de la Escuela de Jerez, Pedro Pacheco, que conocía de primera mano cómo pueden enredarse ladrillo y justicia, acuñó sutilmente aquella sentencia inequívoca: la justicia es un cachondeo.

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