Su propio afán

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Hacer un Tsipras

NOS sorprende mucho que Tsipras haya ofrecido prácticamente las mismas condiciones para el rescate que su pueblo rechazó el domingo. ¡Y las rechazó alentado, convocado, jaleado por él! Pero no debería extrañarnos, porque, a la vez que convocaba el referéndum, mandaba una carta aceptando aquello contra lo que se votaba; y su ex ministro de Economía, Varufakis, prometía dimitir si salía y salía no y dimitía. La más elemental lógica ha brillado por su ausencia.

Sin embargo, seguimos sorprendiéndonos, aunque sólo sea por la falta de pudor. ¡Hay, en el documento que manda a Bruselas, párrafos idénticos (corta y pega) del documento rechazado en el referéndum! Un pequeño cambio en la redacción, una coma de aquí para allá al menos, hubiese sido un gesto de pundonor.

¿Qué pensarán los griegos que pegaron carteles, hicieron pintadas, se manifestaron, votaron y celebraron tantísimo el no? ¿Qué pensará Kichi, que escribió a Grecia en un rapto de entusiasmo? Lo de Tsipras es tan llamativo que podría crear un concepto. Propongo que llamemos "hacer un Tsipras" a eso de preguntar con la intención de lograr una respuesta para, a renglón seguido, hacer exactamente lo contrario. Un ejemplo: "Cariño, ¿quieres que recoja la ropa de la tintorería?". "¡Oh, sí, muchas gracias!". "Ah, vale, de acuerdo, pues no voy". Eso es un "Tsipras" como un Partenón de grande.

Si yo fuese antidemócrata, estaría celebrando el pitorreo de la voluntad popular con que ha culminado la apoteosis de la dignidad del pueblo griego. Pero no lo soy. Ya dije que ir preguntando al pueblo lo que no depende de él (ya sea si la deuda se paga o no o si queremos que haga más fresquito) no respeta la verdad de la democracia. Así sólo se produce frustración y, a medio plazo, desdén por la política.

Un gobernante responsable tiene que presentar las opciones posibles, ofrecer información fiable y explicar las causas y las consecuencias. El líder no tiene que ser ni un animador ni un excitante ni un activista, sino un pedagogo y, después, un buen gestor. Mi sugerencia le llega tarde a Tsipras. Por otra parte, tampoco sé si él está por aceptar los consejos de un humilde paisano de su admirador el señor alcalde. Claro que siempre puedo intentar colocarle un "Tsipras". "¿Quieres un consejo, Alexis?". "No, gracias, que estoy releyendo una carta de Kichi?". "OK, te lo doy: explícale bien a los griegos lo que hay, hombre".

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