La tribuna

José Rosado Ruiz

Propagandas, modas y el mismo problema

LA revista de la Asociación Española de Pediatría Anales de Pediatría informa de que las consultas por consumo de alcohol en los servicios de urgencias pediátricas se están convirtiendo en una práctica habitual; la edad entre los 12 y 14 años, la ausencia de percepción de riesgo y la facilidad con la que los menores de edad acceden a bebidas de alta graduación son circunstancias que agravan el problema.

Buscar el placer y evitar el dolor es una intencionalidad del ser humano que, en ocasiones, llega a hipotecar al cerebro racional e impedir su función de discernir una conducta de riesgo. Así, las formas de consumo de las drogas son variables y todas las novedades tiene el factor común de aumentar el placer de la manera más rápida y cómoda posible, sin valorar los peligros. El alcohol, que se define como el mejor disolvente universal, pues disuelve familia, economía, trabajo y singularmente el cerebro, adquiere en los jóvenes una dimensión de consecuencias muy traumàticas, pues su mecanismo de acción lo desarrolla en un cerebro en periodo de formación, y en un proceso de cambios, adaptaciones y despertares de sus potencialidades que conforman la dinámica existencial de la persona, y en el que las carencias o alteraciones neuronales multiplican sus efectos: las malformaciones pueden tan múltiples que sólo la imaginación las puede contemplar.

La Asociación de Pediatría también alertaba, a finales de 2012, que desde hace un lustro, una nueva forma de consumo de alcohol se está consolidando en Estados Unidos y especialmente en el Reino Unido, entre los adolescentes. Se conoce con el nombre de Tampodka o tampax on de rocks, y las redes sociales lo está difundiendo con gran rapidez. Consiste en la aplicación en la vagina o en el ano tampones impregnados previamente en alcohol, generalmente vodka. La absorción es inmediata, pasando directamente a la sangre evitando el filtro digestivo y hepático, y llega con rapidez al órgano diana que es el cerebro, donde desencadena un estado de conciencia rápido, intenso y gratificante. Existen también los efectos agresivos sobre las mucosas vaginal, uterina y anal, que al no encontrarse adaptadas al alcohol, son fácilmente alteradas y sus consecuencias se valoran según sus funciones: la uterina es el terreno idóneo y preparado específicamente para el inicio y desarrollo de la etapa más importante y decisiva de la vida, y la anal es una estructura sensible y vulnerable, con significativos y fundamentales objetivos hormonales, metabólicos, inmunológicos y plásticos.

Pero es que esta moda se presenta con el atractivo y la seducción de una novedad y al catalogarse como un reto o un desafío, y el "por probar no pasa nada", se convierta en el argumento para iniciar un consumo que, al provocar una experiencia, en principio positiva, induce a repetirla, pues nadie deja de tomar algo que lo vive como bueno y agradable. La propaganda insiste en su inocuidad y sus "mágicos" efectos, y para reforzar sus ventajas, afirma que al eludir el fetor enólico, evita que los padres descubran el aliento a alcohol, aunque esto es erróneo ya que siempre una proporción considerable de alcohol se elimina por los pulmones y la piel.

Las consecuencias, como siempre, no aparecen a corto plazo, y esto define la malignidad de las drogas, pues el silencio clínico patognomónico de las adicciones, oculta, durante un periodo de tiempo, los daños que causan especialmente en el sistema nervioso central. Se tiene que informar que el cerebro ni perdona ni olvida, y que el verdadero problema de las drogas no es dejar el consumo, que en circunstancias normales apenas representa dificultades, sino la recuperación de la funcionalidad normal cerebral. Con rotundidad argumentada, el tampodka es un consumo aberrante en la forma, y particularmente arriesgado y peligroso en su esencia.

Claro que todas estas modas nos pueden despistar, distraernos y alejarnos de lo que es el auténtico problema, que no es el conocer las drogas, características, formas de consumo, etc., sino centrarnos en el más eficaz y eficiente tratamiento que existe: la prevención. Es urgente y necesario que los responsables políticos dejen de utilizarla como una declaración de intenciones, para que al igual que no se concibe un político sin su sueldo y prebendas, tampoco se piense en un programa preventivo que no tenga su presupuesto concreto, suficiente y generoso, y que responda a este evidente problema de salud pública, y que de manera selectiva afecta a una juventud que es nuestro inmediato futuro.

¿Qué intereses pueden ser superiores a cuidar y potenciar la salud mental de una sociedad, que siempre es garantía de libertad, paz y progreso?

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