Puticlub

Y desde ese sótano inundado que nada se parecía a la soleada California llamó a una amiga antes de morir

Hace algunas semanas desayunaba con un familiar cuando llegaron dos conocidos suyos a la cafetería y éste se levantó a saludarlos. Eran dos hombres jóvenes, camareros, que querían que les sirvieran un café y un pitufo antes de empezar a servir ellos. Mi pariente les contó que estaba trabajando en una empresa del polígono Guadalhorce y estos, entre bocados y risotadas, le dijeron que estaría cerca de los puticlubs. Educado y con mundo les dijo que eso no iba con él y regresó a mi mesa dando por terminada la conversación mientras los machitos se volvieron hacia mí intentando lograr una sonrisa cómplice por más que yo les lancé una mirada tan gélida y desagradable que creo que se les enfrió el café y se cortó la leche.

Me sorprende la impunidad con la que se tolera y se hace mofa del mercadeo de la carne de mujer, su venta al peso y a precios anticrisis, como denunciaba en estas páginas Pablo Bujalance hace unos días. Estos dos gañanes, dos cuarentones cualesquiera, se permitían hacer mofas sobre la prostitución sin el menor de los escrúpulos ante cualquier público.

El agua une a la provincia de Málaga dando nombre a la Costa del Sol pero, cuando hay lluvias torrenciales, ésta se torna en un arma letal que recorre todo el litoral como una guadaña. La misma tromba que inundó el Guadalhorce hace unos días, y limpió sus suelos de aceite de coches, ceniza y condones, ahogó a una mujer en Estepona. La joven Alicia llegó a este país buscando una vida mejor aunque cuentan que vino engañada para prostituirse. Dormía en el local de alterne porque no tenía contrato por alquilar su cuerpo en el puticlub sórdido y eso le impedía alquilar un piso. Para el dueño era, desde luego, un negocio redondo: porcentaje de las copas, de los polvos, mensualidad de la habitación y vigilante diurna. Y desde ese sótano inundado que nada se parecía a la soleada California ni al país de las maravillas al que emigró, Alicia llamó a una amiga antes de morir. Se le dedicaron algunos titulares, pero será una pérdida para el negocio del mercadeo con jóvenes de Europa del Este que no será valorada por el Consorcio de Seguros. Su historia no habría visto la luz si no fuera por estas lluvias pero, sin duda, será la de cientos de mujeres atrapadas por la espiral de pobreza y mafias que explotan sus cuerpos.

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