La tribuna

José Perez Palmis

'Surfing' electoralista

DESDE la cresta de la ola de su despacho, nada más iniciar el descenso para vérselas con el pueblo, Pizarro, el as de oros del PP, el niño mimado de Rajoy, no pasa del dos de bastos. "Andalucía, que estás subsidiada, mira a las demás regiones españolas y europeas, y aprende", le espeta. Este trabucazo cogió desprevenidos a sus correligionarios y aunque salirle los colores a un político por incontinencia verbal viene a ser tan difícil como darle un pescozón a la luna, uno de los suyos de aquí, Sanz, con expresión afligida, terció con que una cosa es Andalucía y otra el Gobierno, una especie de no me llames Dolores, llámame Lola. La grey política con sus ensayos de aprendiz de brujo la lía todavía más cuando quiere desliar una situación liada. Si toda dificultad hace punta al entendimiento, ¿cuánto más la que incluye repugnancia?, agudeza salida del ingenio de Baltasar Gracián e ignorada por Sanz. Dos granos le han salido a los aspirantes peperos antes de sudar la camiseta. Al pizarroso de ahora relleno de subsidios debe unirse el del europepero Vidal-Quadras y su suelta de lengua contra Blas Infante. Difícil cura tienen los dos y más si el bisturí lo maneja el novicio Sanz, a quien propongo desde estas líneas el regalarle un cosquillero japonés capaz de sacarle una mueca sonriente a su expresión incolora, inodora e insípida. O más barato todavía, un salero de uso único. Dicho con chispa, a lo mejor habría resultado gracioso su "Chávez, es un cuadro de decenas de años", pero nada más verlo entran ansias irreprimibles de subvencionarle (con permiso de su compañero Pizarro) un curso intensivo de sonrisas a granel por internet. A todos estos pitonisos de nueva hornada hay que prescribirles dos o tres horas diarias de películas de los Hermanos Marx, Charlot o Buster Keaton. Es un mal común a quienes surcan las aguas de la política sobre tablas el olvido de la fragilidad de sus arabescos. Al menor descuido la ola les revienta y los hunde. Por eso, siempre el estilo, la compostura, la simpatía, debe ser asignatura aprendida y si no, mucho mejor sentaditos en el sofá hogareño, en zapatillas, descargando vinagre.

Además, no sé qué maldición pesa o persigue a los líderes bien sean de pequeña, mediana o gran monta, que todavía no han salido de una y están ya metidos en otra. Compungido con la llegada de las pateras, viendo el esfuerzo por salvar de las garras mafiosas a los miles o millones de hambrientos y desesperados sale Rajoy dispuesto a cogerlos y hacerles firmar un documento de fidelidad a España y sus regiones. Deben confesarse adictos a la integración. Esto sí que es una mantecada buena. Si aparecen por España, será para cumplir con nuestras leyes, no con las del Congo. Otro caramelo pegajoso: la concesión de visados por puntos de acuerdo con la soltura profesional de los solicitantes. Gato encerrado, aquí hay gato encerrado, un gesto disimulado a la derechísima y sus votos, se desgañitan los demás partidos y las asociaciones del mosaico inmigratorio, con la coletilla de racismo y fobias. Para disipar dudas, el pepero Arias Cañete le hace de mozo de estoques con sus sabrosas observaciones: les falta cualificación a los inmigrantes, a los camareros les cuesta llevar con gracia la bandeja y, por si fuera poco, colapsan las urgencias. Pásmense ustedes, en Ecuador, de acuerdo con la autoridad del sagaz Cañete, una mamografía cuesta nueve meses de salario. Aquí, en España, un cuarto de hora. La enojosa pregunta sería la de si habla por experiencia. Comprenderán que tratándose de un hombre, mucho mejor le habría salido hablar de la próstata. La desmemoria pepera comienza a ser inquietante. A mediados del siglo pasado cientos de miles de españoles se taparon el hambre abandonando sus pueblos y sus familias y buscando como desesperados trabajo más allá de nuestras fronteras. Fue un éxito esa emigración y las remesas de fondos aliviaron a los suyos. Igual, lo mismo sucede con los africanos y europeos de nuestras calles. En la caza de salarios por Alemania, Suiza, Francia, la cualificación de la mano de obra española era inferior a la de los anfitriones y nadie se rasgaba las vestiduras. Con la inmigración y sus análisis, el PP abre por su cuenta y riesgo una caja de truenos. Ojo con las quemaduras.

A cambio, una de las mejores noticias de la cosecha electoralista en ciernes sale del mismo Rajoy, sí señores: quinientos millones de árboles en cuatro años está dispuesto a plantar, no él sólo, desde luego, la tarea habría de repartirse. Trocar la política por la de repoblador forestal no le pasa por las mientes, no hay cuidado. Crear una Amazonia de esas dimensiones pide la convocatoria de diez millones de forestales, con lo cual el paro de España, Portugal, Italia y parte de China pasará a la historia. Son noticias alegres, de las que hacen recordar a la ardilla viajera de los Pirineos a Gibraltar sin tocar suelo. Miles de ardillas seguirán las elecciones después del anuncio de Rajoy y su futuro prometedor de sobrarles arbustos y no tener disputas ni arañazos diarios por ganarse el hogar y la comida. Habrá de sobra para todas. Si las ardillas votasen, vaya limpia a la salud de Rajoy. Cintura, mucha cintura como la de los surfistas necesitan los líderes de la política. Están empantanados.

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