La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El agujero negro de Sánchez

La gestión de la ley del ‘sólo sí es sí’ va a ser, por seis razones, uno de los fallos del Gobierno con peores consecuencias

Ni el indulto a los independentistas, ni la supresión de la sedición o el alivio de la malversación, ni el trato preferente a Bildu y ERC... Lo que más daño ha hecho a Pedro Sánchez en la legislatura que acaba, hasta el punto de oscurecer las innegables mejoras en la economía y en la protección social y la firme defensa de Ucrania, fue la ley del sólo sí es sí, el disparate que acaba de enterrar del todo el Tribunal Supremo y sobre el que ha gravitado uno de los más graves defectos del presidente como estratega político: creer que el debate público puede fijarlo él en exclusiva, que se pasa página a voluntad unilateral y que el tiempo absuelve rápidamente los errores. Hay fallos que dejan poso, que van prefigurando durante meses el voto de la gente y que ninguna campaña electoral es capaz de borrar.

Lo creo por varias razones. Una, por la gravedad objetiva de la situación creada por la ley: más de mil rebajas de pena y 114 excarcelaciones de agresores sexuales. Dos, por la especial sensibilidad que, por fortuna, se ha instalado en la sociedad española hacia las mujeres víctimas de violencia de género. No es un delito cualquiera. Tres, por la reacción del Gobierno cuando se conocieron las primeras sentencias de las audiencias provinciales: según la ministra de Igualdad, eso sólo pasaba porque los jueces son machistas; según el presidente, había que esperar el dictamen de la Fiscalía y la posición definitiva del Supremo. Tardó cuatro meses el Gobierno en reformar ese aspecto nefasto de la ley, gracias al apoyo del PP y con el voto en contra de los ministros de Podemos ( y de la vicepresidenta Yolanda Díaz). Cuatro, por la demostración de que la política de alianzas de Pedro Sánchez no era negativa sólo por colocar como socios preferentes a Bildu y ERC, sino por improvisar una coalición con Unidas Podemos, aquel fantasma que no iba a dejarle dormir por las noches. Peor que las malas compañías eran los malos matrimonios de conveniencia. Cinco, por la imagen de debilidad que ofreció Sánchez ante los efectos de la insolvencia y la frivolidad de la ministra peor valorada, sin atreverse a destituirla y romper la coalición al final ya de la legislatura y con los presupuestos aprobados. Por muchísimo menos se había cargado a varios ministros socialistas. Quizás pensaba que en el futuro necesitaría de nuevo a Podemos, algo que ahora ya sabemos que no va a ser suficiente. Seis, porque afianzó la idea de que el Gobierno ha sido un guirigay. Y eso no se suele perdonar.

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