el prisma

Javier / Gómez

La cosecha de Ciézar

TUVE la gran suerte de entrevistar en un par de ocasiones, y de charlar bastantes veces más, con Javier Ciézar. El reduccionismo, el pensamiento único y la dictadura de lo políticamente correcto son enemigos mortales del periodismo, pero cuando por primera vez recibí el encargo, entonces un bisoño en este negocio, de entrevistar al presidente de la patronal agraria regional, me preparé para encontrarme a un patrón de jornaleros, al clásico señorito que puebla la iconografía andaluza. Bastaron un apretón de manos y unos minutos de charla para descubrir no sólo que acababa de conocer a un hombre tan humilde como extraordinario, sino que las etiquetas, que tanto nos gustan, hay que dejarlas para las tiendas. Sin pelos en la lengua, socarrón cuando se le preguntaba cómo alguien de la tercera edad podía presidir la Asociación de Jóvenes Agricultores -nunca dejó de ser joven-, seguro que Ciézar sufrió en numerosas ocasiones a lo largo de su productiva vida el dichoso estereotipo, y apuesto que se irritó profundamente con las palabras del imbécil hijo de la duquesa de Alba alimentando el tópico del campo andaluz, echando gasolina a los rescoldos de un conflicto de otros tiempos. Gran conversador, tan apegado a la tierra que parecía tener raíces, Ciézar te hablaba de su huerta de limones de Álora y del Valle del Guadalhorce como de su familia, y todo acababa convertido en una parábola de las muchas penurias y retos a los que se enfrentaba el sector, sin distinguir entre empresarios y trabajadores, puesto que los objetivos eran comunes. Su análisis era tan convincente, realista y desprovisto de posiciones ideológicas, que Ciézar constituía una fuente de referencia incontestable para los periodistas de información agraria. Licenciado en Derecho, tampoco se puede entender el movimiento empresarial malagueño sin su presencia. Uno de los fundadores de la CEM, Ciézar aportó su enorme sentido común, su sólida formación y su certeza de que unidos se consigue siempre bastante más que separados, de que la cooperación es la mejor forma de competir. También llevó respetabilidad y buena prensa a un colectivo cuya imagen sigue penando a veces por las malas prácticas de algunos, cada vez menos, falsos empresarios amigos del pelotazo, enemigos del esfuerzo propio y amantes de explotar el ajeno. Cuando desde ciertos sectores trasnochados de la izquierda se sigue criminalizando al empresariado como los fachas perseguían al sindicalismo, me acuerdo de gente buena como Javier Ciézar, de trabajadores que se esfuerzan, emprenden y arriesgan su dinero. De hombres y mujeres que siembran para un futuro mejor.

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