el prisma

Javier / Gómez

El día después

EL 23 de mayo se cometerán dos graves errores. Los populares, y especialmente el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, caerán en la mundana equivocación de creer que el respaldo recibido en las urnas valida las muchas, demasiadas, pifias cometidas en el presente mandato. Los socialistas, por contra, entrarán en su habitual espiral autodestructiva. Y ya llevan 16 años. Se buscarán culpables y muchos dedos apuntarán a la última en llegar y quizás menos responsable de la derrota: su candidata, María Gámez.

Basta salir a la calle y hacer una rápida encuesta a los ciudadanos para comprobar que sus percepciones y preocupaciones no suelen coincidir de forma inmediata con las de los periodistas. El informador vive la actualidad minuto a minuto, mientras que el vecino recibe la información como la lluvia fina. Tarda en calar pero acaba llegando hasta los huesos. Para cualquier analista resulta relativamente claro que en los últimos cuatro años el alcalde ha dado muestras de agotamiento, que el desarrollo de la ciudad se ha frenado y que no sólo se puede culpar a la crisis económica. También ha habido una crisis de ideas y de liderazgo. Y una absoluta falta de entendimiento con el resto de administraciones. A veces, las menos, con razón. En demasiadas ocasiones por estrategia de confrontación, por apretar demasiado, por incapacidad para entender que negociar implica una situación de ganar para las dos partes, no la rendición del contrario.

Posiblemente el equipo escogido tampoco fuera el mejor, y de ahí la profunda renovación acometida en la candidatura del PP. Pero De la Torre sufre el mismo síndrome de todos los gobernantes: su aislamiento en la torre del poder. Siempre resulta mucho más agradable escuchar a los palmeros -y el regidor los puede contar por decenas, en vivo y en las redes sociales- que a quien te apunta los errores a corregir, aunque es mucho más provechoso lo segundo. Pero que nadie dude que la sordera selectiva, a la larga, se acaba pagando. Pedro Aparicio también fue un alcalde venerado. Aunque el tiempo le ha hecho justicia, que le pregunten por sus últimos cuatro años. Fueron terribles.

En las tertulias socialistas, por su parte, no faltarán los conspiradores. Habrá quien recuerde que los mismos cocineros y pinches han perdido tres elecciones seguidas. Habrá quien piense que otro candidato con más solera como José María Martín Delgado o Magdalena Álvarez habría logrado un mejor resultado. Nadie en su sano juicio puede creer que la victoria era una opción para un PSOE con la marea absolutamente en contra, tanto por la gestión nacional de la crisis como por los recientes escándalos de los ERE o la acumulación de promesas incumplidas de la Junta en Málaga. El megahospital, los retrasos y recortes del Metro, el dichoso tren de la Costa que lleva 11 años anunciado...

Pero seguramente lo peor que podría hacer el partido es cambiar otra vez de cara. Promover otra diáspora de concejales, tras la desbandá del presente mandato, sólo reflejaría una falta de compromiso absoluto con el electorado y un veletismo insoportable.

La extraña elección de María Gámez por parte de Miguel Ángel Heredia y Francisco Conejo, cuando previamente habían paseado casi en procesión al ex rector Martín Delgado, fue avalada por Griñán. De los tres dirigentes será la responsabilidad mayoritaria por la derrota. Y a ellos corresponderá apechugar y demostrar que se trata de una apuesta a medio plazo, de una candidatura a ocho años vista. Tocará hacer oposición de verdad, como la hace Pedro Moreno Brenes con muchos menos medios, como llegó a realizarla Rafael Fuentes en un momento dado.

En el PSOE hay muchas ganas de revancha y de ajuste de cuentas. Ninguna novedad en un partido que confunde la democracia interna con las guerras intestinas.

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