La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Las dictaduras son más cómodas

Los responsables del peligro que Donald Trump representa son sus votantes

Empieza a ser terrorífico, más que preocupante, que Trump sea presidente de los Estados Unidos. Su última tournée internacional sólo puede compararse con la de un grosero dictadorzuelo bananero o un populista radical europeo. Y la responsabilidad -culpa diría yo- es de sus votantes. Es lo engorroso de la democracia: hace responsables a los electores. Las dictaduras son más cómodas. Ocupan el poder violentamente, liberando a los ciudadanos de responsabilidades. Nadie elige a los dictadores. Ni siquiera cuando, como Mussolini y Hitler, son aupados primero por los votos. 1.260.000 italianos votaron a Mussolini en 1921 permitiendo que fuera nombrado primer ministro por el rey y ratificado por la Cámara de Diputados con 336 votos a favor y 116 en contra; después preparó las elecciones de 1924 en las que obtuvo la mayoría absoluta que dio paso a la dictadura. Hitler obtuvo 13.418.000 votos en las presidenciales de 1932 y 17.277.180 en las parlamentarias de 1933; gracias a ellos fue nombrado canciller y pudo montar el plebiscito de 1934 en el que 35 millones de alemanes, con sólo cuatro millones de votos en contra, le dieron el poder absoluto. Lenin y Stalin ni tan siquiera tuvieron que dar estos primeros pasos democráticos y Franco, tampoco.

Sea sirviéndose de la democracia para tomar el poder o asaltándolo, tras la derrota o la muerte de los dictadores la culpa recae sobre ellos y los cuadros dirigentes, no sobre quienes les votaron y apoyaron. El por tantas razones admirable Karl Jaspers escribió: "Bajo el régimen nazi, Alemania era una prisión. La culpa de haber ido a parar a ella era una culpa política. Sin embargo, una vez que se cerraron las puertas, dejó de ser posible una huida desde dentro. Cualquier responsabilidad, cualquier culpa atribuida a los encarcelados, debe inducirnos a plantear la cuestión de si había algo que los prisioneros pudieran hacer". Sus palabras me suenan al "¿Adolf? ¿Qué Adolf?" del secretario alemán de James Cagney en Uno, dos, tres de Wilder: los ciudadanos olvidan su responsabilidad inicial para presentarse como víctimas del opresor y por lo tanto no responsables de los crímenes cometidos por aquellos a quienes votaron o apoyaron armas en mano.

En las democracias esto no es posible y cada pueblo tiene el gobierno que merece, es decir, que ha votado. Los votantes que dieron la victoria a Trump son los responsables de sus peligrosos disparates.

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