HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

La libertad natural

Se habla demasiado de democracia y libertad, todos los días y a todas horas, por quienes nos meterían en una mazmorra y nos sacarían después para que fuéramos buenos, por quienes entienden la libertad como una doctrina dictada o un regalo generoso, y no quienes compartimos que cada cual aprende a ser libre calculando las fronteras de su libertad. La democracia no es natural: es un arreglo, una componenda aceptada de buen grado para no andar cambiando de un extremismo a otro, incómodos e imprevisibles, porque nunca adivinaremos hasta qué extremos es capaz la especie humana de llegar. Sabemos a los que ha llegado. Cuando hablamos mucho de un asunto es que no lo hemos resuelto. Ni la democracia ni la libertad las hemos resuelto y tenemos que estar constantemente dándoles vueltas a ver si conseguimos saber qué cosas son. La primera es un sistema imperfecto que se adopta con un fin práctico, y, la segunda, es patrimonio del alma.

Los grandes paladines de la libertad (el gran Calvino, el puritano Cromwell, el incorruptible Robespierre, el padrecito Stalin, el pagano Hitler, el poeta neobudista Mao) y los discípulos torpes de todos ellos que aún sobreviven en el mundo) se han preguntado, con sinceridad admirable, no falseada, para qué conquistar las libertades, si ellos se sacrifican para dárnoslas hechas a la medida de nuestras necesidades. Pues, las queremos. No hay otro remedio, porque pertenecemos a una especie animal que no se conforma con la libertad prefabricada y graciosamente ofrecida: prefiere descubrirla por tratarse un asunto íntimo. Las cosas del alma no son técnicas; se aprenden, no se enseñan. Pero, ¿no es más cómodo lo otro? Según para quién. Las desigualdades naturales de los hombres son tan insalvables que cada uno sabrá cómo administrar sus libertades. Por prudencia, desconfiemos de las ideologías que las regalan arrogándose generosidades imposibles, dando lo que no pueden dar porque no son sus dueños.

Y no sólo por prudencia, sino por seguridad física y mental, tengan nuestra desconfianza quienes constantemente hablan de democracia y de libertad, como si tuvieran el alma vacía y la quisieran llenar con aire de palabras de prestigio político o literario. Hay palabras tan repetidas que se devalúan: bien porque quien las dice denota no saber de qué habla exactamente, bien porque demuestra ser hombre de inteligencia muy limitada, o bien por creer que los de poca inteligencia son sus oyentes. Prueba de ello es que la democracia y la libertad adquieren valores distintos según se refieran a Irán o a Estados Unidos, a Israel o a Gaza, y no vale lo mismo según la dé o la quite un régimen u otro. Los herederos de los enemigos de la libertad de todos los tiempos parecen tener un brillante porvenir.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios