Calle larios

Pablo Bujalance

Mi reino por un referéndum

LO bueno de que al Parlamento de Cataluña se le haya ocurrido prohibir las corridas de toros es que uno puede sacar punta a las más variopintas reacciones formuladas después. Justo el mismo día en que se aprobó la histórica decisión, el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, afirmó que en su comunidad autónoma nunca se habría adoptado una medida semejante sin preguntar antes a los ciudadanos a través de un referéndum. Ya he perdido la cuenta de las consultas de este tipo que se han realizado en la región desde 1980, pero resulta cuanto menos pintoresco que Griñán vaya dando lecciones de comportamiento democrático, en mi tierra somos así de guays. Para bien o para mal, quienes votaron a favor de que no se celebren más corridas en Cataluña, como los que votaron en contra, son representantes y portavoces de los catalanes (valga la estúpida redundancia) porque eso sí se dictaminó a través de las urnas. Y no es cuestión de dudar de la buena voluntad de Griñán, aunque tampoco estaría mal poner a prueba tan vivo fervor democrático con diversas propuestas para otras tantas consultas (se admiten ideas). Se podría empezar, por ejemplo, por su propia presencia en la Presidencia de la Junta de Andalucía, ya que quienes sí votaron a su partido cuando gobernaba otro no pudieron pronunciarse al respecto; a lo mejor, quizá, se podría organizar un referéndum para que los ciudadanos expresen lo que opinan sobre el manifiestamente nefasto sistema de contratación de profesores interinos por parte de la Consejería de Educación; o sobre las construcciones que la Consejería de Obras Públicas y Transportes ha decidido congelar, de acuerdo con Fomento, por falta de liquidez; o sobre los proyectos que la Consejería de Cultura decide financiar o no, y de qué manera; o sobre la ley de autónomos, que todavía anda que si sí que si no después de dos legislaturas (han anunciado borrador para otoño: veremos); o sobre tantos asuntos quizá más espinosos que los toros. Igual si Griñán somete a éstos a la voz popular es porque no le quitan el sueño. Mejor. A mí tampoco.

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