De la transición a la transacción

Tenía razón Sánchez cuando nos advertía de la llegada de la ultraderecha. Lo que no sabíamos es que la traía él de su mano

Empecemos por el principio. La Transición llega después de que un conflicto de legitimidades (creo que ahora se dice así) entre el general Franco y el gobierno de la república nos deparara una guerra feroz y una dictadura de casi cuatro décadas. La Transición consistió, entonces, en pasar “de la ley a la ley”, en palabras de don Torcuato Fernández-Miranda, presidente de las Cortes, sin que de aquella hilatura se derivara otra cosa que una democracia plena. Luego, en el 81, también hubo otro choque de legitimidades, con perdón, del que la democracia salió felizmente robustecida. En el periodo que ahora afrontamos, llamémosle Transacción, el Gobierno en funciones aborda la labor contraria: favorecer el discurso nacionalista y xenófobo, así como la legitimidad golpista, en grave detrimento del Estado de Derecho. Y todo ello, pagado con el dinero de los ciudadanos.

Tenía razón don Pedro Sánchez cuando nos advertía de la llegada de la ultraderecha. Lo que no sabíamos es que la traía él de su mano. La ultraderecha xenófoba y golpista de don Carles Puigdemont es el socio apetecido por el presidente en funciones para gobernar (contra) España, en compañía de otras destacadas fuerzas, digamos, poco inclinadas a lo democrático. Para justificar esta desoladora evidencia, se ha recurrido al inexistente dilema entre la ley y el pueblo, entre la democracia “real” y la democracia parlamentaria. Esto es, entre la voluntad inmediata de una masa voluble, sentimental, colérica y sugestionable, y el necesario reposo de las leyes. Este falso dilema, muy querido por los populismos (y por las dictaduras, que conocen bien la utilidad de lo plebiscitario), hace ya dos siglos que lo recusó para siempre Constant en De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos; y ello después, precisamente, de haber conocido el Terror revolucionario y el populismo despótico del Sire. El señor Sánchez, porque le conviene, quiere encaminar nuestros modernos derechos a ese derecho preindividual de la tribu, del Pueblo, donde el ciudadano queda absorbido por la masa, la raza y otras categorías espurias.

Por otro lado, esta Transacción del señor Sánchez, tan onerosa para la nación y de profunda naturaleza reaccionaria, parece dirigirnos al siglo XIX, donde ya disfrutamos de medio centenar de “conflictos de legitimidades” que devastaron a un país, previamente devastado por la francesada. El resultado de la Transacción, en tal sentido, es previsible: serán las víctimas del golpe quienes sufraguen y premien a la horda golpista.

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