La tribuna

Pablo A. Fernández Sánchez

El túnel bajo el Estrecho

HACE pocos días, los Ministros de Asuntos Exteriores español y marroquí, han presentado ante la Unión Europea el proyecto de construcción de un túnel ferroviario que atraviese el Estrecho de Gibraltar para unir Europa y África. Este sueño se viene acariciando desde el siglo XIX cuando el Ministerio de Fomento recibió el primer proyecto técnico sobre el tema, en 1869.

Desde entonces, las distintas soluciones técnicas se han ido sucediendo, con topologías diversas, desde puentes, colgantes o con apoyos fijos, tubos sumergidos, diques, túneles subterráneos y otras variedades. Sin embargo, la solución técnica es relativamente sencilla de realizar y en todo caso, están fuera de este análisis.

Los problemas mayores están en la oportunidad política y en la rentabilidad económica del proyecto (una vez que el impacto medioambiental y la situación jurídica serían aspectos solubles).

El apoyo político a este enlace fijo se establecería en 1979. Los dos monarcas, el español y el marroquí, hicieron una Declaración Conjunta de apoyo a esta iniciativa (hoy día esta intervención del Rey español sería impensable). Ambos Gobiernos formalizaron un Acuerdo a partir del cual se creó incluso la Sociedad Española para la Comunicación Fija del Estrecho de Gibraltar (SECEG) que impulsa los estudios pertinentes para este posible Enlace Fijo.

Desde entonces no han cesado los proyectos, las actividades y los gastos de esta Empresa Pública y la de su homóloga marroquí. Finalmente se ha presentado ante la Unión Europea, el pasado día 13 de octubre, un anteproyecto de túnel excavado para vías ferroviarias, buscando la cofinanciación europea.

Hasta aquí parece razonable que se intente hacer una obra de ingeniería que podría servir de próspera unión entre dos vecinos tan próximos y tan alejados. Es más, apoyo la actitud diplomática española de contentar a nuestros vecinos y amigos los marroquíes haciéndoles partícipes del sueño de un cordón umbilical con Europa.

Ahora bien, este árbol no debe dejar de mostrarnos el bosque. Las realidades son tozudas. Seamos sinceros. Si lo somos, entonces es cuando estaremos en condiciones de avanzar en esta idea. Pero para ello, antes hay que cuadrar otras magnitudes.

Pensemos en nuestras propias comunicaciones. Desde la zona donde se proyecta la salida o entrada del túnel, en España, no hay ni una sola autopista, autovía o línea ferroviaria. Suponiendo que la hagan, ¿con cuál de las existentes la conectarían? Andalucía sólo tiene tres líneas de comunicación por carretera con el resto de España, la Vía de La Plata (sin terminar), Despeñaperros (de pésimo trazado) y el eje Mediterráneo, impropio para una comunicación comercial a gran escala con Europa.

Si hablamos de nuestras deficiencias ferroviarias, enseguida se notará que desde el Campo de Gibraltar (lugar de encuentro español del túnel proyectado) no hay ni siquiera comunicación con Cádiz (su capital de provincia) o con Málaga. Su acceso a Madrid se hace desde Algeciras a través de una línea construida en el siglo XIX y mantenida en la misma situación, todavía, incluso, sin electrificar. No hay alta velocidad. ¿De qué conexión ferroviaria se habla, pues?

Si hablamos de Marruecos, la situación es aun peor. La red de alta velocidad que se está diseñando se esta haciendo para intercomunicar Tánger con Rabat y otras grandes ciudades marroquíes pero lejos de un planteamiento magrebí y mucho menos africano.

Respecto a sus comunicaciones terrestres, es verdad que han sufrido un espectacular avance, pero de todo el mundo es conocido lo infranqueable que resulta, por cuestiones políticas, ir desde Marruecos a cualquier capital del Magreb, cuya carretera ni siquiera está totalmente asfaltada. Por el sur, además de un desierto como el Sahara, hay un conflicto que impide el transporte y tras el Sahel, más conflictos armados.

Por tanto, será difícil venderle a Europa ese enlace entre dos continentes, que no uniría ni siquiera dos zonas depauperadas. Esto quiere decir que, hoy por hoy, es más rentable apoyar el tráfico mercantil marítimo, que con los más de diez mil millones de euros del proyectado enlace fijo a través de Estrecho de Gibraltar, podría hacer llegar la materia prima a Europa o los productos manufacturados europeos a los países africanos, incluyendo el Magreb, sin estas obras faraónicas que no se justifican más que por conveniencia política, mientras la Bahía de Algeciras, en un inexplicable y secular abandono de siglos, sigue sufriendo las carencias de infraestructuras básicas.

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