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Pablo Bujalance

La violencia de los justos

MI amigo y sin embargo muy admirado Alfredo Fierro me envía uno de sus artículos, La violencia de los justos, publicado el año pasado en la revista Paradigma y recuperado al hilo de los acontecimientos en Libia. Cada correo electrónico que me envía Fierro es una corriente de aire fresco, una oportunidad para la lucidez entre tanta, tanta mediocridad. El título de la pieza remite de inmediato a Albert Camus y a su posición (una posición pensada y madurada durante años, nada de una utopía cualquiera formulada de la noche a la mañana) frente a los conflictos armados. Las guerras, vaya. Después de no pocas dudas al respecto, Camus tomó la decisión de oponerse firmemente durante los años 50 al armamento de los insurgentes comunistas e independentistas argelinos, lo que le valió la salida del Partido Comunista francés (que sí defendía sin fisuras el uso de la violencia) y la enemistad de por vida con Jean Paul Sartre, pero también la escritura de El hombre rebelde. En obras posteriores, como la pieza teatral Los justos, Camus regresaría a esta idea con más fuerza: el empleo de la violencia contra quienes ejercen la violencia convierte a los justos en cómplices de los verdugos en la medida en que emplean sus mismos métodos (entiéndase cómplices como merecedores del mismo juicio ético). En Libia resulta difícil no establecer una distinción ética entre el uso de las armas contra los civiles desarmados (aunque los rebeldes sí tienen armas) y el uso de las armas contra quienes usan las armas. Pero también resulta difícil afirmar que la violencia de los justos es más necesaria o precisamente más justificada que la del ejército de Gadafi. Si admitimos que la violencia es necesaria o justa, deberíamos, por imperativo categórico, admitir otros argumentos bastante menos agradables. Como el que se empeña en llamar misión de paz a un bombardeo dirigido por militares en el que también mueren civiles. ¿Tendrán sentido Camus y el pacifismo?

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