Descontaminar es la cuestión

La descontaminación exige sacrificios y el planeta merece la pena ser cuidado por todos, con todos y para todos

Cuando se acerca la fecha del 1 de enero de 2024, y observamos en el horizonte la implantación de las zonas de bajas emisiones en nuestras ciudades, las dudas y preocupaciones surgen por doquier. Después de tantos años sabiendo que este momento llegaría, no debería parecer arriesgado dar pasos supuestamente impopulares. Pero es la hora de valorar cuánto merece la pena mejorar la calidad del aire de nuestras ciudades, y las situaciones climáticas extremas que vivimos aconsejan tomar decisiones valientes.

Cuando hace ya más de 15 años comenzaron a venderse los coches con motores híbridos, y se iban introduciendo poco a poco los eléctricos, la respuesta de muchos fue la desconfianza e incluso el desprecio. Los años nos fueron enseñando como las compañías automovilísticas iban cambiando sus modelos y cada vez las opciones sostenibles ganaban más terreno. Hoy es imposible que cualquier coche que se lance al mercado tenga únicamente versiones alimentadas por combustibles fósiles, por muy exclusivo que sea, y esto es una señal inequívoca de que las opciones menos contaminantes están acaparando el mercado.

Han sido muchos los razonamientos contrarios a la implantación de los vehículos eléctricos: que si no había suficiente energía para mantenerlos; que si faltaban puntos de recarga; que si eran más contaminantes las baterías que un tubo de escape a todo gas; que se necesitaban mucho tiempo para abastecerlos; que si sus precios eran prohibitivos; etc. Pero todos estos mitos han ido desapareciendo y hoy las ventas de estos coches siguen progresando a un ritmo creciente, generando mayor tensión en los nostálgicos de las ruidosas cilindradas. Es evidente que el silencio y la oxigenación que ganan nuestras ciudades es algo deseable, y que todos preferimos un entorno más limpio y sano a nuestro alrededor, por tanto, negarnos sistemáticamente a ello es un auténtico sinsentido.

En pocas semanas las ciudades de más de 50.000 habitantes tendrán importantes limitaciones para el movimiento de los vehículos más contaminantes. Es lógico que para muchas personas cambiar de coche suponga un desembolso imposible en tiempos tan complejos como los que vivimos, y es deseable que se tomen las medidas adecuadas para no saturar las ya maltrechas economías ciudadanas. Pero la descontaminación siempre exige sacrificios, y nuestro planeta merece la pena ser cuidado por todos, con todos y para todos.

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