Caiga quien caiga

Lo que parece que nunca cambia es el entorno barriobajero que acompaña a los corruptos

Con un categórico “caiga quien caiga” ha querido marcar el PSOE su estrategia frente a cualquiera de los investigados de su entorno. Es de suponer que el propio Puigdemont ha debido dar un respingo, ya que su posición es bastante incómoda, tratando de negociar la amnistía de sus delitos con un partido que hará caer a cualquier delincuente. Pero la esquizofrenia de defender unos días el cumplimiento de la justicia y otros la más absoluta impunidad no debe ser sano, ni para la salud de los políticos, ni para la paciencia de los ciudadanos.

La guerra interna es cada vez más descarnada. Ni siquiera el propio PP se atreve a zaherir mucho al contrincante, ante tan inmisericorde fuego amigo. Decía Napoleón Bonaparte: “Cuando tu enemigo se está equivocando, no lo interrumpas”, y algo así parece que está empezando a ocurrir entre los partidos. Los propios aliados del gobierno contemplan apabullados la situación, ya que lo arriesgaron todo apoyando una moción de censura encabezada por los que se presentaban como paladines frente a la corrupción, y a los que ahora le afloran internamente los casos por doquier. Y la estrategia del pasado, lanzando a todos los medios de comunicación contra el gobierno de España, ahora empieza su segunda edición.

Lo que parece que nunca cambia es el entorno barriobajero y trasnochado que acompaña a los corruptos. Siempre aparecen el oportunista empresario, el conseguidor político y el gobernante facilón, que se reúnen en tugurios insanos y en lupanares inhóspitos, donde se sienten los reyes del mundo. Una historia que se repite a lo largo de nuestra democracia y que generan la desconfianza y el hartazgo de los ciudadanos. Por suerte los investigadores policiales tienen la capacidad de permanecer ajenos a los vaivenes mediáticos, reconstruyendo la verdad de los hechos. Ahora será difícil justificar lo ocurrido como persecución judicial o lawfare independentista, porque el enriquecimiento desmedido durante la pandemia poco tiene que ver con el victimismo institucional latente.

Nuevamente se vislumbran tiempos difíciles en la estabilidad parlamentaria. Mientras Podemos y Junts facilitan la reprobación de Marlaska, Sumar apoya la investigación del caso Koldo y todos suspiran por esa dimisión de Ábalos que nunca llegó. El grupo Mixto amplia su número y las negociaciones se vuelven imposibles. ¿Será este el preludio de una legislatura efímera?

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