De héroes a villanos

En el contagio masivo en la UCI del hospital Regional el hechizo se desvanece. Son tan humanos como el resto de los mortales

Antes de que los contagios, ya lanzados, fuesen a más. Antes de que se conociesen datos fiables de la nueva variante ómicron. Y después. Tras muchos meses de tensión, de sobreesfuerzo y llegar al límite. El 1 de diciembre el almuerzo de la liberación. Unos 170 sanitarios de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Regional de Málaga. La esperada comida de Navidad. Con aperitivo y baile, ha dejado entrever el consejero de Sanidad, que dos días después envió una circular a todos los centros sanitarios para que se evitasen este tipo de encuentros. Ya era tarde. A medida que creció el ambiente y afloró la camaradería, también aumentó la intensidad de las voces. Y la alegría compartida facilitó que las partículas del virus de algún infectado se dispersaran por el aire. Con dos años de experiencia, la ecuación es de primero de pandemia. Las vacunas no impiden la transmisión sino atenúan los efectos si hay contagio y los test de antígenos previos, a los que se sometieron, no son infalibles. Y un personal especializado como ellos lo conocían.

La fiesta se saldó con casi un centenar de positivos entre profesionales y familiares. Y otro tanto, confinados. La UCI, diezmada. El SAS no informó. Admitió a regañadientes 22 casos cuando iban por 68. Desde la gerencia del hospital, palabras de apoyo. Igual estaba al tanto. Los sindicatos y el propio consejero Aguirre con discursos ensayados. Que nadie "criminalice" a los sanitarios. Los sanos cubrieron las ausencias de sus compañeros. ¿No se resintió el servicio, corrieron más riesgo los pacientes? No se admitirá. La única preocupación, aparecer como villanos en la dictadura de las redes sociales. Pero nadie se ha personado a las ocho de la tarde para reclamar que le devuelvan sus aplausos. Claro, no es fácil olvidarse de los numerosos vídeos en los que desde las UCI se pedía prudencia en los peores momentos de las olas anteriores. Desde la autoridad de que sólo ellos se enfrentaban a las tragedias que se sucedían dentro de esos box.

Muchos fueron héroes a la fuerza. Sin herramientas para combatir al virus. La mayoría aceptó el desafío sin mirar las consecuencias. Y las sufrieron. También se registraron deserciones. Y las silenciamos. Eran los menos. Ahora el hechizo se desvanece. Son tan humanos como los que acuden en masa a ver las luces, con el cínico reclamo de los ayuntamientos que piden que se guarden las distancias de seguridad. A las procesiones, a los partidos de fútbol, o a celebrar cuanto antes y, por si acaso, la Navidad. Tan humanos o tan inconscientes como el resto de los mortales. De frágil memoria porque la vida es demasiado corta. No hicieron nada ilegal pero fue una total irresponsabilidad.

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