Los cinco sentidos

Pedro Sánchez ha perdido los cinco sentidos. Patología contagiosa entre sus tropas

La revitalizada ofensiva de Sánchez con su extrema izquierda está enfocada a acabar con el derecho constitucional y democrático que otorga la existencia de la diversidad ideológica y la alternancia. Después de esos famosos cinco días de farsa en los que el presidente abandonó sus funciones, el jefe de gobierno cree que ha vuelto rearmado. Sí, con un argumento peligroso que lleva a España camino de la dictadura sumada tras la amenaza de querer acabar con algunos medios de comunicación a quienes se les está señalando, con nombres y apellidos, sentenciando con llevarlos al banquillo de los acusados si siguen publicando noticias autentificadas que no le gustan. También quiere elegir quiénes deben presentar programas de TV y otros que se sienten en las tertulias. Pedro Sánchez ha perdido los cinco sentidos. Patología contagiosa entre sus tropas. Pedro Sánchez tiene trastornado el sentido de la vista. Donde claramente la imagen y los datos del propio PSOE se contaban en 10.000 personas en la esquina de Ferraz, él ve una “mayoría social”. Sánchez también tiene trastornado el sentido del gusto cuando es capaz de tragar, sin vomitar, los sapos que le sueltan los proetarras e independentistas catalanes. Un PSOE de los GAL, recuerda, que es el que quiere ahora una regeneración democrática. A Pedro Sánchez le falta el sentido del tacto, cuando le gritan por la calle verdades él les espeta con desprecio. A Pedro Sánchez le falla el oído. Cuando él dice que Feijóo ha exigido que su mujer debe quedar relegada al ámbito doméstico miente, puesto que Feijóo jamás dijo eso, solo detalló que no hiciera contratos con la Administración pública. A Pedro Sánchez le falla el olfato al enviar una nueva carta a sus bases que apesta a fango. El presidente del Gobierno cada vez que habla se define a sí mismo, puesto que con esas determinaciones que vierte como autoría de la oposición se describe a sí mismo. Se preguntaba si merecía la pena soportar el acoso a su familia. Pues la misma que la difunta Rita Barberá, los escraches a la casa de González Pons, Sáez de Santamaría, los juicios ganados por Camps, o su favorita, Ayuso y su familia. Si permitimos, dice, que las mentiras más groseras sustituyan el debate respetuoso y racional basado en evidencias, entonces no merece la pena. Por lo que llama a la movilización. Eso que dice el presidente es justo lo que estamos haciendo, por descontado, los periodistas. Conseguir que responda a qué se refiere con esa “limpieza” y acabar con sus ataques a la prensa.

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