Análisis

Gumersindo Ruiz Gumersindo Ruiz

Trabajo y políticaTrabajo y política

Empresas y sindicatos se encuentran en una situación donde la reducción del paro sin duda influye en sus relaciones. Recordemos que a finales de 2008 el paro era el 13,8%, y la crisis y la política económica de entonces lo lleva al 26,9% en 2013, reduciéndose lentamente, pues en el momento de la moción de censura, va a hacer ya seis años, estaba todavía en el 15,3%; desde entonces cae hasta el 11,5% actual. El paro en España es elevado, muy dispar entre zonas, y pesa mucho por su tamaño el paro anormal y extraño de Andalucía; he calculado que quitando la población activa de Andalucía y su desempleo, y homologando la tasa de participación, el paro estaría en España por debajo del 10%, y aun así sería excesivo. Con esto sólo queremos mostrar que se necesita una transformación espacial, radical, para reducir el dato del paro nacional.

Una pandemia, guerra, disrupciones en suministros, un parlamento fragmentado, no han impedido la buena evolución del empleo. Además del innegable apoyo del Estado mediante los ERTES, hace más de dos años que está en vigor la normativa laboral que ha facilitado la estabilidad en el trabajo. La Ley, que tenía el apoyo de patronal y sindicatos se aprobó con 175 votos a favor, 164 en contra y 11 abstenciones, pero una propuesta el año pasado por ERC y otros partidos, de aumentar el despido indemnizado, contó con la oposición del PSOE y PP, mientras que Vox, Junts, y PNV, se abstuvieron juntos, lo que muestra que nunca se sabe qué dictará la oportunidad política, pues lo que une no es tanto buscar lo mejor para todos, como enfrentarse a los enemigos que se comparten. Muchos trabajadores son hoy políticamente conservadores, con expectativas que no se realizan y poca confianza en que alguien pueda hacerlo, y prefieren partidos que dicen incentivar la individualidad y el esfuerzo personal, se oponen a la inmigración, y prometen reducir impuestos y un menor papel para el Estado. Sería portentoso que alguien ligara esto con mejoras sociales como aumentar significativamente el salario mínimo y las pensiones, o aliviar la situación de las empleadas de hogar, pero algo han debido pesar para que el presidente incumbente consiguiera in extremis de nuevo la confianza del Parlamento, pese al tremendo desgaste sufrido por la cuestión catalana.

La política es importante para la mejora de las relaciones laborales. Hemos vivido una época de paz laboral desconocida en España, y pese a la caricatura que se hace a veces de las debilidades de líderes empresariales y sindicales, hay detrás una experiencia valiosa, pues saben que la negociación es una herramienta óptima para la solución de problemas, y el debilitamiento negociador es siempre un síntoma de anemia social, con una conflictividad latente que puede tomar formas imprevisibles. Aunque no tiene mucho que ver, estos días celebramos el 25 aniversario de Bob Esponja, que irrumpió en las pantallas un mes de mayo de 1999 y todavía fascina a pequeños y grandes, y del que pienso que pese a sus rarezas es un empleado ejemplar, entusiasta y decidido, inspirado por un sentido práctico más que por ideales o sentimientos, pues como diría el inefable Corman McCarthy con su amable cinismo: “Al final todos acabaremos curados de nuestros sentimientos”.

Empresas y sindicatos se encuentran en una situación donde la reducción del paro sin duda influye en sus relaciones. Recordemos que a finales de 2008 el paro era el 13,8%, y la crisis y la política económica de entonces lo lleva al 26,9% en 2013, reduciéndose lentamente, pues en el momento de la moción de censura, va a hacer ya seis años, estaba todavía en el 15,3%; desde entonces cae hasta el 11,5% actual. El paro en España es elevado, muy dispar entre zonas, y pesa mucho por su tamaño el paro anormal y extraño de Andalucía; he calculado que quitando la población activa de Andalucía y su desempleo, y homologando la tasa de participación, el paro estaría en España por debajo del 10%, y aun así sería excesivo. Con esto sólo queremos mostrar que se necesita una transformación espacial, radical, para reducir el dato del paro nacional.

Una pandemia, guerra, disrupciones en suministros, un parlamento fragmentado, no han impedido la buena evolución del empleo. Además del innegable apoyo del Estado mediante los ERTES, hace más de dos años que está en vigor la normativa laboral que ha facilitado la estabilidad en el trabajo. La Ley, que tenía el apoyo de patronal y sindicatos se aprobó con 175 votos a favor, 164 en contra y 11 abstenciones, pero una propuesta el año pasado por ERC y otros partidos, de aumentar el despido indemnizado, contó con la oposición del PSOE y PP, mientras que Vox, Junts, y PNV, se abstuvieron juntos, lo que muestra que nunca se sabe qué dictará la oportunidad política, pues lo que une no es tanto buscar lo mejor para todos, como enfrentarse a los enemigos que se comparten. Muchos trabajadores son hoy políticamente conservadores, con expectativas que no se realizan y poca confianza en que alguien pueda hacerlo, y prefieren partidos que dicen incentivar la individualidad y el esfuerzo personal, se oponen a la inmigración, y prometen reducir impuestos y un menor papel para el Estado. Sería portentoso que alguien ligara esto con mejoras sociales como aumentar significativamente el salario mínimo y las pensiones, o aliviar la situación de las empleadas de hogar, pero algo han debido pesar para que el presidente incumbente consiguiera in extremis de nuevo la confianza del Parlamento, pese al tremendo desgaste sufrido por la cuestión catalana.

La política es importante para la mejora de las relaciones laborales. Hemos vivido una época de paz laboral desconocida en España, y pese a la caricatura que se hace a veces de las debilidades de líderes empresariales y sindicales, hay detrás una experiencia valiosa, pues saben que la negociación es una herramienta óptima para la solución de problemas, y el debilitamiento negociador es siempre un síntoma de anemia social, con una conflictividad latente que puede tomar formas imprevisibles. Aunque no tiene mucho que ver, estos días celebramos el 25 aniversario de Bob Esponja, que irrumpió en las pantallas un mes de mayo de 1999 y todavía fascina a pequeños y grandes, y del que pienso que pese a sus rarezas es un empleado ejemplar, entusiasta y decidido, inspirado por un sentido práctico más que por ideales o sentimientos, pues como diría el inefable Corman McCarthy con su amable cinismo: “Al final todos acabaremos curados de nuestros sentimientos”.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios