Ni tan siquiera se merecen el calificativo de ratas miserables. Sería prácticamente como insultar a ese roedor y compararlo con la calaña asesina capaz de matar a golpes a un joven de 22 años que no había hecho mal a nadie. su único pecado el de tropezarse en su camino con esa gentuza e intentar que no se pelearan recordándoles que era una noche de fiesta, precisamente la de su cumpleaños.

Pero esa escoria repugnante, tan valiente que atacaron a Pablo por la espalda y lo golpearon hasta arrebatarle la vida para huir después como cobardes miserables, consideraron que su ofensa era digna de un escarmiento de semejante magnitud. Como el que pisa sin más a una cucaracha. Basura asesina que no merece perdón alguno ni justificación de un acto tan vil y cruel. Ni que estuviera bebidos, drogados o tuvieran un mal día. Nada de eso puede hacer comprensible su despreciable reacción ante un chaval que tenía toda la vida por delante y del que todos señalan su carácter pacífico, solidario y amable.

No hay consuelo posible. Ni para los que no lo conocíamos, ni para amigos como mi primo que está destrozado por su pérdida y del que hace unos días me dijo que "era una bellísima persona que nunca se metía en nada", ni por supuesto para su familia a la que unos miserables sin escrúpulos le han quitado a su ser más querido.

¿Qué derecho tenían esos dos desalmados a dejar a esos padres desamparados ante la pérdida del tesoro que con tanto cariño y esfuerzo habían convertido en un joven con principios? Cualquiera que sea padre puede imaginarse, aunque sea mínimamente, el golpe tan duro que puede suponer que tu hijo salga una noche con sus amigos a celebrar su cumpleaños y nunca regrese porque unos despiadados asesinos sin el más mínimo atisbo de humanidad lo hayan decidido así.

Descubro con horror ante este tipo de sucesos la realidad de la sociedad en la que vivimos. Sin valores, sin escrúpulos, sin principios, sin humanidad... Y solamente me consuela pensar en que hay gente como Pablo que, a pesar del alto precio que pagó por ello, se indigna ante las injusticias y las desigualdades y trata de luchar contra ellas.

No quiero que mi hijo crezca rodeado de esa escoria, no quiero vivir con miedo cada vez que salga a la calle, no quiero que esta gentuza quede sin un castigo ejemplar. Sólo confío en que todo el peso de la ley caiga sobre ellos, aunque dentro de unos años estén en libertad de nuevo como si nada hubiera pasado. Pero deseo que sus conciencias, si es que tienen, les martiricen eternamente.

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