Seguridad jurídica

Qué garantías reales tenemos sobre la construcción del discutido hotel del puerto

Ala hora de embarcarse en cualquier negocio, la seguridad jurídica es clave. Más aún si te echas un socio. Por eso se redactan contratos y acordamos resolver nuestras discrepancias en los juzgados de nuestro pueblo. Que nos pillan más cerca y ya los conocemos. El concepto se convierte en un mantra cuando se trata de atraer inversiones. En esos casos, siempre hay quien sentencia que es lo más importante para quienes quieren invertir en la Costa. Lugar donde deben haberla encontrado a la vista del desarrollo que ha experimentado desde el boom de los 60. Porque una cosa es que la interpretación de la norma por la Administración haya dejado de ser lenta para volverse tan farragosa como desesperante, y otra, que España sea un país jurídicamente inseguro. Desde luego, se me antoja mucho menos que los países de origen de alguno de esos inversores. Y en un mundo global en el que en 12 horas estás en una isla perdida de las antípodas, esa seguridad debe ser recíproca.

Se me ocurre esto releyendo las noticias sobre los problemas de la justicia al tratar con ciudadanos afincados en otras latitudes. Desde Malasia, el famoso empresario San Chin Choon, cuyo nombre debería haber levantado las sospechas del antivirus del Ayuntamiento de Madrid, se negó hace un mes a declarar en modo y forma. Santa Rita vendita, lo que se da no se quita, dicen que dijo en perfecto malayo. Podríamos habérnoslo tomado como una afrenta a nuestra justicia, pero, dos años antes, la fiscalía suiza (país de notable seguridad jurídica) renunció a enviar una comisión rogatoria a Arabia Saudí convencida del caso que le harían. Y ayer mismo, más cerca en tiempo y lugar, los Al-Thani le hicieron una pedorreta a su señoría y pasaron de declarar y dar explicaciones.

Se me ocurre esto porque me pregunto qué garantías reales tenemos sobre la construcción del discutido hotel del puerto. Sobre que realmente termine siendo lo que nos venden (aunque no nos guste) y no algo peor. Sobre que, una vez puesta en marcha la operación, no se declare económicamente inviable y se nos fuerce a cambiar las reglas del juego bajo la amenaza de dejarnos un esqueleto de hormigón, mayor que el de la inconclusa Academia del Málaga, como cartel de bienvenida para los cruceristas que iba a recibir. Ese día, el tiempo hasta las siguientes elecciones será eterno para cualquier responsable político e insignificante para los inversores.

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