Las previsiones puestas sobre la mesa por Unicaja que apuntan a una pérdida de la economía malagueña de entre un 12% y un 15% como balance de 2020 vienen a confirmar no ya que atravesamos el año más aciago en décadas, sino que la recuperación va a ser más difícil de lo que incluso apuntaban los más pesimistas. De manera que cabe esperar un 2021 igualmente amargo y complejo. El único horizonte válido a día de hoy es la vacuna, cuya llegada, y sobre todo sus efectos, son todavía inciertos: es de esperar que las restricciones se mantengan vigentes todavía mientras la campaña de vacunación se traduce en una efectiva reducción de contagios, un panorama que se resiste al establecimiento de plazos más o menos razonables más allá de la advertencia de los portavoces y políticos respecto al largo tirón que nos aguarda durante los próximos meses. Málaga es la provincia que acusa un mayor desplome de la actividad económica en Andalucía dada su dependencia excesiva con el turismo, si bien lo cierto es que el desplome es generalizado. Pero el problema no es, insisto, el batacazo de 2020 sino las opciones serias de recuperación en 2021. Y es ahí donde la acusada dependencia respecto al turismo sí puede ser considerada un problema bien grave, porque va a costar mucho tiempo y mucho esfuerzo devolver a hoteles y restaurantes la ocupación de 2019 mientras otros sectores productivos pueden encontrar menos obstáculos a la hora de recuperar competencias. Ya es tarde para plantear cualquier alternativa, por supuesto: la única opción que le queda a Málaga para 2021 es que la epidemia decaiga y puedan volver los turistas. Y se acabó. Ahora bien, es posible que en un mundo convulso, donde los cambios se producen a gran velocidad, haya que afrontar otra crisis dentro de no mucho tiempo. Y a lo mejor para entonces podría Málaga afrontar el receso con una fortaleza distinta, con mayores garantías y sobre todo con más opciones a las que aferrarse ante un nuevo desplome. Con una sola carta es muy difícil ganar la partida.

En lo que a la capital se refiere, cabe recordar el modo en que el alcalde, Francisco de la Torre, rechazaba no hace mucho el informe del OMAU que advertía de la "patológica" dependencia que acusa la ciudad respecto al turismo. Señalaba el alcalde que él no tenía la culpa de que Málaga resulte tan atractiva a los visitantes, pero ésa, claro, no es la cuestión. Últimamente ha insistido De la Torre desde las redes sociales en la importancia de realizar tests de "antígenos" para delimitar bien las zonas seguras y "reactivar cuanto antes la economía". Cuando se preguntaba uno a qué se refería, el mismo alcalde concretaba que los tests se estaban haciendo al personal de la hostelería y que la reactivación de la economía no era más que otra forma de llamar a la llegada de turistas, con lo que, a su manera, sí venía a darle la razón al OMAU. El reconocimiento abierto de esa dependencia, y de que la misma debe ser corregida, parece venderse más caro. Ya habrá un 2022 para olvidar todo esto.

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