Málaga

Balance anual en los Premios Malagueños de Hoy 2021, el futuro es ahora

  • Termina un año “más turbio de lo previsto todavía a cuenta de la pandemia” pero en el que quedó patente “lo bien que se nos da reinventarnos, fijarnos metas y asumir retos”

El escritor y periodista Pablo Bujalance durante el acto.

El escritor y periodista Pablo Bujalance durante el acto. / Javier Albiñana (Málaga)

Afirmaba Miguel de Unamuno que nos conviene ser más padres de nuestro futuro que hijos de nuestro pasado. En Málaga, este consejo regeneracionista entraña, más bien, un diagnóstico inevitable: dado que nuestro pasado no nos ha reservado demasiadas alegrías, ni excesivas páginas brillantes en el relato universal, al menos hasta donde sabemos, casi que no hay más remedio que hacer historia hacia adelante.

De acuerdo, sí, Málaga tiene un pasado del que puede presumir en muchos sentidos, pero, seamos honestos, nuestra memoria territorial no ha ganado excesiva atención hasta hace poco tiempo y su definición es todavía una cuestión por hacer. Lo que sí que se nos da bien aquí es reinventarnos, fijarnos metas a medio o largo plazo, asumir retos donde, a veces, menos se los espera y fijar eslóganes cargados de intenciones con tal de que quede claro el extraordinario dinamismo de la sociedad malagueña y sus líderes, aquí presentes.

En este sentido, el año 2021, que ha resultado ser más turbio de lo previsto todavía a cuenta de la pandemia, muy a pesar de las advertencias tuiteras de nuestro alcalde, ha vuelto a ser determinante en la manifestación de ese empeño con pasos definitivos: la capital termina el año como candidata a la Exposición Internacional de 2027 con el reto de la sostenibilidad por bandera, lo que no deja de ser paradójico en una ciudad donde la sostenibilidad parece venderse más cara cada día.

Siempre cabe esperar que lo uno venga por lo otro, así que corresponde desear los mayores éxitos a la iniciativa y que, aunque sea a cuenta del eslogan, Málaga presuma de ser una ciudad sostenible para mayor beneficio de sus vecinos y visitantes.

A comienzos del año, Málaga recibía la noticia de la próxima ubicación de un gran centro de ciberseguridad de Google cerca del Puerto, con lo que éste se convertía así en declarado objeto de deseo por agentes de manifiesta solvencia; y allá que llegaron después otras firmas de gran calado como Vodafone, Dekra, Globant o TDK con intenciones similares para la construcción de nuevas sedes y los siempre prometedores anuncios de creación de cientos de puestos de trabajo.

Quedaba claro que, en la línea de lo ya logrado por agentes como el Polo Digital o Málaga Valley, la sostenibilidad tendrá su aliada esencial en la tecnología, la nueva cesta en la que Málaga ha decidido poner sus huevos tras los éxitos cosechados por el órdago cultural. Aunque, cuidado: este año en el que casi llegamos a ver plantada aquí una filial del Hermitage también ha quedado claro que el asunto de los museos todavía no se da por cerrado, que queda sitio para más, aunque, como es el caso, corramos el riesgo de que se nos quede cara de póquer. Pero de póquer de ases, que conste.

Este prometedor futuro encaja con la anunciada transformación del eje litoral que, al menos sobre el papel, hará de Málaga la gran metrópoli que le corresponde ser por derecho mediante la conexión con gran parte del trazado costero de la provincia. Ya que parece quedar claro que no vamos a tener tren litoral, pagaremos el peaje casi a modo de consuelo.

Este 2021 también ha sido, por cierto, el año en que el Metro casi llega a la Alameda, el año en que casi podemos entrar al hotel de Moneo en el Hoyo de Esparteros con algo parecido a la Mundial allí detrás, el año en que los hallazgos arqueológicos del suelo del antiguo cine Astoria casi despejan el camino para la construcción de un edificio significativo, el año en que casi se aprueba un plan especial para el Guadalmedina (estamos en ello, algo bueno va a suceder de aquí a nada), el año en que casi pasa algo con los Baños del Carmen, el año en que casi no se anuncia la llegada de más universidades privadas a la capital, el año en que casi no tenemos que hablar de Juan Cassá, el año en que el Ayuntamiento de Málaga casi decide no contratar más asesores, el año en que Elías Bendodo casi no hace mención a la sucesión de Francisco de la Torre, el año en que el Gobierno casi se declara abiertamente a favor de la construcción de la Torre del Puerto, el año en que casi tenemos noticias del Auditorio y el año en que el Málaga casi sube a Primera (bueno, ya me entienden). A menudo nos hemos quedado a un pelo de conseguir el pleno: seamos optimistas.

En un tono más trágico, este año hemos tenido un incendio terrible en Sierra Bermeja que se cobró la vida del bombero Carlos Martínez Haro, una sequía aguda y generalizada en la provincia, las difíciles consecuencias económicas de la pandemia en los municipios más afectados y desprotegidos y un crecimiento de la exclusión social contra el que luchan a diario colectivos como las hermanas Adoratrices.

Málaga ha vuelto a mostrar lo mejor de sí misma en la adversidad a través de su gente y seguramente éste es el balance que más nos conviene subrayar. Sabemos que es más fácil expulsar del barrio de Lagunillas a presuntos terroristas islámicos antes que a las ratas confesas. Tal vez ha llegado el momento de decir, como Helen Todd, que queremos el pan, pero también las rosas.

El 2021, que no se nos olvide, también ha visto triunfar a Carlos Álvarez en los primeros escenarios de la lírica en todo el mundo y al escritor Javier Castillo iluminado en Times Square. Mientras, Antonio Banderas se las apañaba para rodar la quinta parte de Indiana Jones a la vez que montaba en Málaga la mejor compañía de teatro musical nunca vista en España para su Company. Este año, por cierto, hemos tenido otra vez la gala de los Goya, el Festival de Cine y los rodajes de varias series de Netflix. El cine, ya se sabe, es ilusión, magia, el arte de convencer al espectador de que lo que está viendo es verdad, y eso también se nos da de lujo.

Ahora, mientras la epidemia crece y ya no sabemos dónde meternos, corresponde brindar por el talento, el coraje, el conocimiento, el desarrollo y el genio que Málaga es capaz de dar al mundo. Y que Dios nos pille confesados.

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