Tribuna

Raúl Perales

Alcanzar la mejor versión de ti mismo

Alcanzar la mejor versión de ti mismo

Alcanzar la mejor versión de ti mismo

Proliferan libros, vídeos y podcasts sobre alcanzar la mejor versión de sí mismo, trufados del estoicismo de Marco Aurelio y Séneca (cuya vida tuvo poco de estoica). Gurús que, tras estudiar el emprendimiento en la red (nunca publican nada), aconsejan trucos psicológicos para multiplicar por 20 tus ingresos, aunque no hayan emprendido en su vida. El colmo son cursos para hacerse millonario rápido y barato.

En la nueva fiebre del oro, la frustración y el fraude suelen ser la desembocadura de las personas que, alentadas por la mitología de la meritocracia “si quieres puedes”, se arrojan de cabeza a este río con poco fondo. Valga como ejemplo el rey de las criptomonedas Sam Bankman-Fried o Sam Banquero Frito, mil millonario a los 30 y a los 32 arruinado y condenado a 25 años de cárcel.

Y es que este temporal de hipervalorización del yo, bombardeo meritocrático y fiebre del oro digital tiene sus detractores y consecuencias.

Byung Chul Han advierte de que esta fiebre por la auto superación ha desembocado en una autoexplotación del ser humano, que en lugar de liberarse se convierte en su propio opresor, aplastado por el exceso de positivismo y productividad personal.

En cuanto al libre albedrío los neurocientíficos, Sapolsky y Haynes, afirman que no existe y que el yo consciente solo vive la ilusión de elegir. Haynes prueba que el inconsciente decide 7 segundos antes por nosotros. Reconocen la existencia de la consciencia, aunque, bajo el prisma Aristotélico “el pensamiento condiciona la acción, la acción determina los hábitos, los hábitos forman el carácter y el carácter moldea el destino” priman la influencia del inconsciente en nuestras vidas. Nuestras estructuras cerebrales más primarias se imponen a las capacidades racionales destrozadas por el impacto de las TIC, la inmediatez y la reducción de hábitos como la lectura o el pensamiento crítico. En un entorno de desigualdades cobra fuerza el instinto de supervivencia bajo la forma del afán de lucro.

Seligman analiza las causas de otra pandemia, la depresión, y culpa a la sociedad de consumo por la continua exposición a ideales de felicidad basados en lo material. Esa constante necesidad de consumir genera frustración y sentimientos de culpa. También la pérdida de la familia como red protectora, mermando un efecto “tribu” que protege en situaciones difíciles. En sus estudios demuestra que las relaciones positivas son el mayor factor de felicidad y que nadie sale de una depresión sin los demás. El estudio más ambicioso sobre longevidad de Harvard identifica que lo que más la aumenta es la satisfacción con tus relaciones sociales. No obstante, la OMS declaró en 2023 la soledad como un problema de salud pública mundial.

Lo más chocante es que la tierra prometida de la meritocracia, EEUU, ocupa el lugar 27 del World Economic Forum en movilidad social (ascenso de personas entre clases sociales). Es de los países ricos con la movilidad social más baja. Los cinco primeros puestos lo ocupan los países nórdicos y su receta es sobradamente conocida: estado del bienestar e igualdad de oportunidades. En 2021 el sevillano Carlos Gil fue premiado, por el Consorcio Europeo para la Investigación Sociológica, al presentar la mejor tesis del año. Un duro ataque contra la meritocracia. Señala que hay muchas otras variables que pesan sobre el ascenso social y no exclusivamente el trabajo duro, la clase social donde naces es determinante.

Podríamos concluir que este hiperindividualismo genera indiferencia por los demás, por lo gremial y menoscaba la solidaridad necesaria para una sociedad inclusiva. Huelga decir que el esfuerzo y el trabajo duro son claves para el progreso profesional, que el emprendimiento y la competencia son la base de las sociedades desarrolladas. Sin embargo, alcanzar la mejor versión de sí mismo es un trabajo que se ha de abarcar, si se desea, cuya “mejor versión” depende de la sociedad que nos influya. Advirtamos que este exceso de ensimismamiento no nos haga perder el norte. Las sociedades con mayor bienestar y menos desigualdades se conquistan con la solidaridad y confianza mutua que precisa un estado del bienestar robusto. Alcanzaremos la mejor versión de nosotros mismos en una sociedad cuyos miembros cooperen, en lugar de imponerse a codazos.

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