Tribuna

Rafael Esteve Secall

¿Tan difícil es?

La banda de cornetas y tambores de la Archicofradía del Paso y la Esperanza acompañó por primera vez el trono del Nazareno el Jueves Santo

La Esperanza en su procesión del Jueves Santo en Málaga, en fotos

La Esperanza en su procesión del Jueves Santo en Málaga, en fotos / Carlos guerrero

El pasado Jueves Santo será recordado porque la banda de cornetas y tambores de la Archicofradía del Paso y la Esperanza acompañó por primera vez el trono del Nazareno. ¡Ya se hizo la prueba! Y muchos archicofrades consideramos que fue el fracaso esperado por las siguientes razones.

¿Tan difícil es entender que una procesión de Semana Santa es una representación catequética integral de un momento de la Pasión de Cristo que exige una música adecuada al mismo? ¿Que no es lo mismo el momento en que Cristo agoniza exhalando un grito, donde puede tener encaje la estridencia del viento metal, que cuando Jesús Nazareno camina hacia el Calvario?

¿Tan difícil es comprender que las propias características escultóricas de una imagen “imprime carácter” a la procesión, incluida la música que acompaña su presencia pública? ¿Que la amorosa dulzura que transmite la mirada del Nazareno precisa la armonía de una música suave incompatible con la aspereza de la trompetería? ¿Aceptaríamos que la Virgen de la Esperanza fuera acompañada de marchas fúnebres?

¿Tan difícil es profesar respeto al pasado, pilar fundamental del universo cofrade, máxime cuando nuestra Archicofradía se ha caracterizado siempre por defender la tradición en las genuinas formas de procesionar en Málaga? ¿Nos olvidamos de ella?

Y este Jueves Santo fue lamentablemente inolvidable porque se rompió el tradicional caminar del trono del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso. Desde 1940, cuando la escultura de Benlliure sustituyó a la destruida en 1931 como titular de nuestra Archicofradía, su andar procesional ha mantenido siempre un ritmo constante e inalterado a lo largo de todo el recorrido.

Sin embargo, la limitada capacidad de adaptación de los instrumentos de viento metal para la música sinfónica ha supuesto que, cuando la banda de cornetas y tambores interpretaba una pieza de esas características, el ritmo del trono fuera necesariamente más lento de lo habitual, para acelerarlo a continuación y recuperar el retardo. Aunque estas variaciones rítmicas apenas llamaron la atención de los espectadores sí las experimentaron los hombres de trono, obligados a adaptarse al que marcaba la banda, para no perder un paso que transformaba su identidad acuñada por varias generaciones de ellos en sucesivas madrugadas. Algo que funcionaba a la perfección, generó una carga añadida, extraña, pues en vez de aliviar el peso lo comprometió sin necesidad.

¿Tan difícil es apreciar que para muchísimos hermanos de la Archicofradía, en especial los devotos del Nazareno del Paso, este acompañamiento musical de viento-metal afecta muy dolorosamente nuestra devoción, nuestra memoria, y el emocionado recuerdo de quienes nos precedieron y lucharon tanto por ella? ¿Que en la sintaxis cofrade la música siempre es complemento, nunca sustantivo? ¿Que no se trata sólo de un cambio de estilo procesional, sino de algo mucho más profundo que enraíza en los antecedentes históricos de la devastación de todo nuestro patrimonio cofrade en los años 30 del pasado siglo –con excepción de la cabeza de la Virgen de la Esperanza salvada milagrosamente–, y que lo sentimos como una suerte de traición a aquellos que lo recuperaron con grandísimos esfuerzos?

Por otro lado, ¿qué hermano impone a su cofradía el lugar donde quiere ir en la procesión… y se le acepta? Todos estamos al servicio del conjunto, no al revés. Todo el cortejo tiene su sentido en función de los Sagrados Titulares. Por consiguiente, no estamos en contra de la magnífica banda de cornetas y tambores, de cuya calidad musical nos enorgullecemos todos los archicofrades, sino de recuperar su genuino puesto abriendo el desfile procesional. Para eso fue creada, financiada y mantenida desde 1998. Tampoco podemos quebrantar el clamoroso sentimiento de los hermanos que son los pies del Nazareno… desde hace ya décadas.

Asimismo, ¿para qué sirve el extraordinario patrimonio musical sinfónico español del procesionismo, incluido el nuestro, si no es para su difusión e interpretación en la calle? Por muy buena voluntad y conocimiento que la banda de cornetas y tambores ponga, nunca podrá sustituirlo. Se trata de una evidente limitación técnica. Su música es diferente.

Finalmente, apelamos al buen juicio de los hermanos que hoy día rigen nuestra archicofradía para que no se siga ahondando la división entre nosotros sino, por el contrario, para que se promueva la recuperación de la fraternidad y el respeto por y entre todos los archicofrades.

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