Lecciones francesas

En realidad, Macron es como la UCD de Adolfo Suárez. Es lo que le hubiera gustado ser a Ciudadanos

Francia no es como España. Para empezar, tienen un sistema electoral con segundas vueltas, que permite a los franceses decidir sus presidentes y sus alcaldes sin tejemanejes de pactos entre partidos. Para seguir, funciona la teoría del bien común, que permite a la derecha y a la izquierda votarse, en caso de necesidad, para que no gane un ultra. El panorama español no es como el francés, porque aquí no existe un Frente Nacional como el de Marine Le Pen. Por el contrario, en todo lo demás, hay ciertas semejanzas. De modo que las elecciones de Francia nos han dejado algunas lecciones para reflexionar en España.

La primera es el éxito de Emmanuel Macron, al que todo el mundo imagina como próximo presidente. Es lo normal, ya que contará con el apoyo de la derecha de Fillon y con los restos del PSF francés. Macron ha triunfado tras fundar un partido de la nueva política, En Marcha, que responde a sus iniciales. Es un centrista o un transversal, según lo quieran ver. En realidad, es como la UCD de Adolfo Suárez. Se presenta como liberal en lo económico y como social en las formas. Es lo que le hubiera gustado ser a Ciudadanos. Pero con la diferencia de que Emmanuel Macron es mejor líder que Albert Rivera. El francés ha llegado para gobernar, no para ayudar a que gobiernen otros. A Ciudadanos le dará mucha envidia. Ellos pudieron hacer lo mismo en España: aprovechar la bajada del centro derecha, por los casos de corrupción (como le ha pasado a Fillon), y el derrumbe de los socialistas. Pero la diferencia es que Albert Rivera ha escurrido el bulto cuando le ofrecieron entrar en gobiernos, y así no se les ha visto capacidad de gestión. Macron es un ejemplo de que volver a la UCD es posible, si el PP no limpia mejor.

La otra gran enseñanza es para el PSOE. Hamon es un Pedro Sánchez a la francesa, se le parece bastante. Cuando los socialistas juegan a ser más de izquierda que la extrema izquierda, la buena gente vota a la extrema izquierda. A un Mélenchon, por ejemplo. Se prefiere el original a las imitaciones. Hay que poner las barbas de Marx a remojar, viendo lo ocurrido en Francia.

También se ha visto que los franceses, a pesar de lo que han sufrido, no se desubican. A veces no votan por lo ideal, pero sí por lo menos malo de la oferta. Tampoco olvidemos que el bipartidismo moderado ha fracasado. Y que un 41% de los franceses apoyaron los populismos de Le Pen y Mélenchon, cuyos votantes no son tan distintos ni tan distantes como algunos creen.

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