El informe

No se ha conseguido superar la brecha social que impide mejorar el nivel educativo de los sectores desfavorecidos

S IEMPRE existe la tentación de verter gotas de escepticismo y de relatividad ante datos que no nos son del todo favorables. Son las llamadas segundas lecturas a las que solemos someter a las encuestas, los resultados electorales o el Estudio General de Medios, tratando de encontrar aspectos favorables ante una realidad más o menos negativa. Y en esta misma tentación se cae cuando nos topamos con el Informe Pisa, que trata de presentarnos la realidad educativa de nuestro país o de nuestra comunidad. El actual, particularmente para Andalucía, es decepcionante. Es verdad, como se ha dicho, que los 54 centros analizados son los del alumnado con el nivel socioeconómico más desfavorable del estudio y que nuestra región partía de una situación histórica de desventaja. Pero este hecho, lejos de significar una justificación, nos lleva a la conclusión más pesimista.

Cierto es que el gobierno andaluz, y la política socialdemócrata, tuvo un indudable acierto en vencer la lacra del analfabetismo que tan altos porcentajes tenía en nuestra tierra y consiguió extender y universalizar la educación gratuita. Un éxito indiscutible. Pero la verdad es que esa meta se alcanzó prácticamente en la primera década de la autonomía; a partir de ahí está por ver qué nuevos retos y avances se han alcanzado. La realidad es que no se ha conseguido superar la diferencia territorial, que en el fondo lo que refleja es la gran brecha social existente que impide mejorar los niveles educacionales de los sectores más desfavorecidos del país. No se ha conseguido romper la burbuja de la pobreza ni superar las trabas que el entorno familiar, socioeconómico y urbano pesan sobre los avances educativos de la infancia y la juventud. Nadie piensa que eso pueda ser fácil ni que de los malos datos que el informe arroja sobre Andalucía sea culpable ni la última reforma legislativa ni la última gestión del Gobierno autonómico. El problema es mucho más grave y profundo porque parece que no se consigue superar las diferencias sociales a la hora de igualar los resultados educativos. Por lo que habrá que concluir que las políticas, que tan buenos resultados dieron sobre escolarización y desaparición del analfabetismo, son insuficientes para conseguir una mejor y más igualitaria calidad educativa. Y lo grave de todo esto no es tener una más o menos lucida gestión gubernamental, sino que la educación es el camino insustituible para llegar a la igualdad y así, manteniendo esas diferencias educativas estamos consolidando una sociedad dual y por tanto injusta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios