El iluminado Puigdemont ha escogido el día de todos los Santos para ir excavando su propia tumba política porque el ridículo que está haciendo es ya esperpéntico. Primero en España y ahora en Europa. Los propios periodistas europeos que se creyeron algunas de las falsedades esgrimidas por los independentistas, alimentadas por las cargas policiales del 1 de octubre,ya pasan de él y su equipo porque la mentira tiene las patas muy cortas en todos sitios. Ahora está de paseo en Bruselas, sin saber nadie muy bien por qué y para qué, sin el respaldo de ningún político serio belga y su único avance ha sido contratar a un ético abogado especializado en defender a terroristas que lo primero que le ha aconsejado es que no vaya hoy a declarar a la Audiencia Nacional al estar imputado en los delitos de rebelión, sedición y malversación de fondos públicos. Dice el letrado que no está detenido -algo que es cierto- y que puede declarar desde Bélgica. Dado lo casposo y absurdo del asunto, ya deben estar buscando una cafetería con wifi para hacer una videoconferencia.

Desde el punto de vista periodístico es hasta divertido. Puigdemont, junto a Junqueras y el resto, decidieron echar un órdago a grandes al Estado con dos sotas siete y farolearon hasta la saciedad, hasta aburrir a las ovejas. Tampoco era difícil teniendo en cuenta el motor diesel de Rajoy.

Reclamar la independencia de Cataluña puede ser legítimo si es ese el deseo de la inmensa mayoría de los catalanes, pero no de la forma que se ha hecho y, además, puede que haya más defensores de quedarse en España que de independizarse en la sociedad catalana. No era lógico convocar un referéndum ilegal, desarrollar una jornada electoral surrealista, llenar previamente las urnas del chino con papeletas en favor de la independencia, realizar un supuesto conteo y, directamente, declarar la independencia. Ni a Mortadelo y Filemón se le hubiera ocurrido.

Ha sido todo muy cutre y muy triste. Ha dañado notablemente la imagen de España y Cataluña y ha generado duros problemas de convivencia entre los catalanes que no van a solucionar unas elecciones. Queda, seguramente, lo peor porque las cosas no se olvidan porque sí y porque se ha demostrado un claro adoctrinamiento en los colegios. Dudo que los ganadores de las elecciones, si vuelven a ser los independentistas, inicien otra vez el proceso. Se llevarán mejoras para Cataluña que castigarán, como siempre, al resto de regiones que no se quejan tanto. Y para eso no hacía falta tanto circo.

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