Arqueología · Un trabajo realizado por más de 50 expertos.

A la busca del Neandertal

  • La investigación internacional que se lleva a cabo en la Cueva de Ardales termina su segunda fase.

Ya no hay duda de que los Homo sapiens sapiens, los antepasados de los actuales humanos, habitaron la provincia de Málaga desde muy antiguo. Al menos desde hace 35.000 años está constatada su presencia en cuevas como la de Ardales, donde dentro de una investigación internacional en la que están participando 50 expertos, se han encontrado en el último año herramientas y fauna de herbívoros que usaban como comida. Pero de los Neandertales, una especie cuya presencia sí está constatada en el sur de la Península desde hace 120.000 años y que desapareció sin dejar rastro poco después de la llegada de los originarios de los humanos anatómicamente modernos, aún no hay ni rastro en esta cavidad, donde están puestas todas las miradas de los investigadores para tratar de demostrar si hubo relación entre ambas especies en esta zona y cambiar así los libros de historia.

Todos los indicios arqueológicos confirman que los Homo sapiens ocuparon la Cueva de Ardales en dos grandes momentos. El más antiguo entre los 40.000 y los 30.000 años antes del presente y, posteriormente, entre los 20.000 y los 18.000 años antes del presente. Sin embargo, durante la campaña de excavaciones, llevada a cabo en las últimas semanas y la segunda de este proyecto de investigación que empezó el año pasado, se ha detectado un estrato de sedimentos estéril bajo las ocupaciones del Paleolítico superior correspondiente a hace 50.000 años.

Y este vacío de ocupación, según el director conservador de la Cueva de Ardales, Pedro Cantalejo, indica "la no presencia de neandertales en la cavidad al final de su ciclo vital". Sí está documentada, en cambio, en torno a los 70.000 años la ocupación neandertal en la zona exterior de la cueva, en un espacio intermedio entre la boca de ésta y un manantial existente a cien metros de la misma.

Según Cantalejo, en el entorno de esta fuente, clave en la ocupación humana de la Cueva de Ardales, se estudiaron en los años 80, a cargo de la investigadora María del Mar Espejo, piezas talladas por los grupos humanos anteriores a Homo sapiens y que permitieron desde entonces atraer a los investigadores del Neandertal Museum de Alemania.

De hecho, este organismo es una de las dos instituciones alemanas y 12 españolas que participan en el proyecto de cuatro años, autorizado por la Junta de Andalucía, que se está desarrollando en la Cueva Prehistórica de Ardales y la Sima de las Palomas de Teba. El director del Neanderthal Museum de Alemania, Gerd Christian Weniger, uno de los expertos que lidera la investigación junto al catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cádiz José Ramos Muñoz, contó a este periódico que en la Sima de las Palomas también se han encontrado evidencias de la presencia de los neandertales al menos hace 66.000 años y "ahora lo que estamos tratando de determinar es cuándo terminó su ocupación en esta zona".

Es una de las respuestas que buscan desde hace años los arqueólogos que aún tienen que resolver a algunas preguntas para que encaje el puzzle. Para Weniger, "una de las grandes discusiones es si los neandertales y los homo sapiens convivieron o hubo un parón de unos 2.000 ó 3.000 años que es lo que yo pienso y que pudo coincidir con periodos climáticos extremos".

La razón es, aseguró, que mientras en el norte de la Península la ocupación humana en los yacimientos arqueológicos encontrados es "más estable en el tiempo", en el sur "hay oscilaciones muy fuertes entre el periodo de hace 40.000 y 10.000 años quizás debido a las sequías y que hacía la vida difícil a los cazadores y recolectores".

Esta investigación que se centrará más en resolver qué pasó en el sur de la Península entre hace 40.000 y 30.000 años, y "en Ardales esperamos encontrar respuestas a grandes preguntas de la arqueología mundial", confió. Hasta ahora, la línea de investigación en paralelo entre la Cueva de Ardales y la Sima de las Palomas de Teba demuestra en la práctica arqueológica, un vacío poblacional en el tramo final de las ocupaciones humanas neandertales y, por el contrario, es posible que se pueda demostrar científicamente que los primeros humanos anatómicamente modernos llegaran a estas tierras mucho antes de lo que se creía.

La hipótesis que se busca confirmar con estas excavaciones es que los homo sapiens sapiens no entraron únicamente a Europa procedentes de Asia, como hasta ahora está confirmado, sino que pudieron decidir cruzar los apenas seis kilómetros que separaban entonces el norte de África de un nuevo continente habitado entonces por los neandertales.

Lo curioso es que, sin embargo, en El Rif oriental, donde el Neandertal Museum de Alemania lleva años investigando, "no se ha encontrado ningún resto que confirme la presencia neandertal allí antropológicamente, aunque sí tecnologías muy parecidas a las que usaban aquí", dijo el experto.

La realidad es que la población de neandertales era muy escasa en toda Europa y se cree que no sumaban más de 10.000, lo que hacía que grupos muy pequeños vivieran en espacios muy grandes. Y muy probablemente fue el clima el que terminó propiciando la desaparición de una especie a la que aún envuelve un gran misterio en esta zona, porque en los países europeos más orientales sí está constatada que los neandertales, los homo sapiens e incluso un tercer grupo humano conocido como denisova sí convivieron hace entre 60.000 y 40.000 años.

La ecología de la época es lo que los investigadores consideran la clave para conocer lo que buscan mediante el análisis del clima y la evaluación climática durante un periodo de mil siglos en los que hubo, al menos, seis cambios climáticos relacionados con la humedad y la aridez. Se sabe, además, que hubo periodos de sequía muy intensos y ahora lo que se está estudiando es cómo pudieron afectar a la desaparición de los neandertales

Y los expertos consideran clave para ello las excavaciones que se han realizado en una primera fase en septiembre del año pasado y otra que segunda que terminó el viernes en la cavidad de Ardales, y que se reducía a tres pequeñas parcelas de apenas un metro cuadrado de superficie cada una donde hay almacenados 100.000 años de historia. En estas últimas se ha profundizado en las excavaciones arqueológicas desarrolladas en el cono situado bajo la boca entrada a la cavidad y en la sala de las Estrellas, primer gran espacio de hábitat de la cueva a a unos 50 metros de la boca de entrada.

De esas parcelas se analiza hasta el último sedimento que se extrae. Todo el material cuidadosamente obtenido de las excavaciones es lavado, tamizado y clasificado para que "no se escape absolutamente nada que nos pueda dar información sobre qué pasó en aquel momento", señaló por su parte el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cádiz.

Las instalaciones del campo de fútbol de Ardales se han convertido en el centro de operaciones para llevar este proceso que resulta crucial para corroborar científicamente las hipótesis de las que parte esta investigación. Los expertos buscan, sobre todo, cualquier resto arqueobotánico, es decir, semillas o restos de carbones que indiquen el tipo de plantas que se utilizaba para hacer el fuego, que permita saber qué vegetación había entonces y también el clima.

Pero el triaje manual también busca localizar cualquier resto de microfauna, especialmente roedores como ratones y comadrejas, "por ser muy sensibles a los cambios del clima y eso determina con más precisión las diversas oscilaciones que hubo, además de concretar la ecología del entorno".

Hasta ahora, entre ambas campañas, se han localizado varios miles de elementos entre restos de herramientas, huesos de animales, dientes de roedores, carbones o semillas, entre otros, que una vez documentados y analizados se entregan al Museo de Málaga.

Según Ramos, los resultados obtenidos se cruzarán con las realizadas también por la Universidad de Cádiz en el norte de Marruecos y Ceuta, respectivamente. En los yacimientos paleolíticos de Marsa y Benzú, donde se han encontrado materiales arqueológicos similares a los de los yacimientos de Ardales y Teba.

Pero además este ambicioso proyecto de investigación internacional tratará de conocer las cronologías absolutas del arte rupestre Paleolítico conservado en la Cueva de Ardales. Eso permitirá determinar si, como parece deducirse de las cronologías obtenidas durante las excavaciones, el arte hallado en esta cavidad es muy antiguo y pudiera estar ejecutado por los primeros artistas de Europa, hace más de 30.000 años.

También se reproducirán en formato 3D los entornos de las muy importantes representaciones de manos aerografiadas y con son las siluetas más antiguas atribuidas a los humanos.

Hasta ahora solamente estaba constatada la presencia continua de los Homo sapiens en el sur de la Península desde hace 25.000 años. Pero los datos científicos obtenidos en las excavaciones realizadas el año pasado demuestran que mantuvieron desde, al menos, 10.000 años antes un gran cazadero en la Cueva de Ardales y la Sima de las Palomas de Teba, separadas por apenas 8 kilómetros y los cursos fluviales de los ríos Turón y Guadalteba, y escogieron como recinto cultural las zonas profundas de la cueva ardaleña desde entonces.

La coincidencia de que ambas cuevas se sitúen en un territorio común, controlándose visualmente, y de que sus sedimentos tengan una gran potencia arqueológica les hace cobrar un valor científico incalculable. Tanto las piezas arqueológicas encontradas como los análisis de cronología absoluta realizados a carbones fósiles recogidos en las cuevas, demuestran la persistencia de un grupo humano entre los municipios de Ardales y Teba, donde en sus puertos de montaña y desfiladeros desarrollaron una amplia actividad cinegética que les permitió durante miles de años alimentarse de conejos, ciervos, cabras montesas, caballos y toros (en orden de mayor a menor consumo), sin desdeñar especies como las tortugas y las garzas ambas vinculadas a los cursos fluviales. En esa primera campaña, los investigadores hispanos-alemanes también encontraron, por primera vez en estos yacimientos, objetos de adorno personal, sobre todo, numerosas cuentas de collar realizadas con conchas marinas y terrestres, lo que demuestra los contactos de estos grupos humanos paleolíticos con la costa malagueña.

Las incógnitas científicas cada año se acortan. Los resultados de esta campaña que llega a su fin, seguirán aclarando el papel que estas tierras jugaron en esos momentos clave para la evolución de los humanos. Y todo ello aquí, en Málaga.

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