Cultura

"Un arte que se sepa grande debe tener múltiples versiones"

  • Considerado el padre del saxo y flauta flamencas, edita una colección de virtuosismo sonoro que se acuerda de otros progenitores como Camarón, Falla y Albéniz

Su suerte se llama Paco de Lucía y Camarón, entre otras muchas glorias. La música de Jorge Pardo (Madrid, 1956) ha tenido el privilegio de crecer a la vera de los grandes del jazz y del flamenco. Suya es la inclusión del saxo y la flauta en este último género. No presume de su bandera, pero disfruta abriendo la ventana a otras brisas. La última se llama Vientos flamencos 2, un álbum de "pequeños grandes homenajes" a quienes han iniciado un camino que él aún transita.

-¿A qué responde este nuevo Vientos flamencos?

-No está concebido como una obra en sí misma, sino como una colección de temas, de ahí que sean dispares en su génesis y en la realización. Ese es el alma mater del disco, todo vale siempre que haya vientos y haya flamenco.

-¿Impone recrear nada menos que a Camarón, El Chaqueta, Albéniz ó Falla?

-Cuando te adentras en la música de gente que ya ha desaparecido y que, obviamente, no pueden opinar sobre lo que haces tienes una doble sensación. Por un lado, te haces colega suyo, entiendes perfectamente su mundo y, por otro, sientes cierto recelo por pensar si lo que estás haciendo le haría gracia. Ahí está también lo bueno del asunto, algo que ese músico no hubiera hecho. Y entonces lo hago yo.

-Una de las proezas del disco es su solo de flauta de Danza del fuego, ¿otro gran tributo a un maestro?

-Aquí la inspiración viene de un pequeño guiño. Mi primera colaboración discográfica con Paco de Lucía fue precisamente en el disco que hizo dedicado a Falla en los 80. Siempre ha estado este tema en mi mente, por su propia solidez y por ese mundo sonoro que creó. Y también por la osadía de Paco de versionar a Falla.

-Advierte en la introducción a este trabajo que, a veces, la experiencia es un obstáculo, ¿por qué?

-Quiero decir que muchas veces se utiliza el término experiencia para cubrir otras carencias, como si con tenerla ya se hubieran ganado todos los partidos. Y no es eso. La experiencia te ayuda si eres un buen lector de la vida. Pero, en mi opinión, la intuición está por encima.

-Rehúye de quienes denomina talibanes de la música, ¿abundan?

-Me refiero a que ese juego del perfeccionismo, de la especialización, del querer hacerlo mejor es una espiral a veces estéril. Hay que pararse a pensar: saber más pero ¿qué exactamente? Te olvidas de si es válida la música que vas a grabar.

-Su sonido se mueve en la frontera de otros muchos, ¿necesita que lo etiqueten?

-Es un poco la historia de mi vida. Siempre he estado en terrenos fronterizos, y ahí se distingue mal donde empieza Brasil y dónde Perú, por ejemplo. Son fronteras a veces impuestas con un "cortamos por aquí, por la parte de en medio", pero eso no quiere decir que el corte sea bueno. En el caso de las músicas ocurre continuamente -no sólo con el flamenco y el jazz-. La industria necesita etiquetas como pop-rock, funky-acústico, y otros. Pero para mí no es necesario.

-Paco de Lucía y Camarón, ¿son y dioses?

-Ni dioses ni santos. Para mí han sido dos compañeros con sus grandísimas virtudes y con su cara de personas. La sociedad ha construido esos mitos. Yo me paseé por Gran Vía hace 30 años con Camarón y no nos paraba nadie. Y no sólo eso, sino que un gran porcentaje de críticos musicales lo ponían a parir. Y muchos de sus compañeros de gremio también. Con Paco de Lucía pasó igual y ahora no encuentras un grupo de flamenco que no tenga flautista, bajista o violinista. Son realidades que se van imponiendo.

-Define el flamenco como una gran ciudad con sus barrios, ¿le inquieta que cierren sus puertas?

-Me alegro de que exista quienes no piensen así y expongan sus opiniones, eso me enriquece y enriquece al arte. No creo que el flamenco deba ser rocoso y sin fisuras. No es una mente única. Un arte que se sepa grande debe tener múltiples versiones. Siempre pienso que lo nuevo no es una agresión a lo viejo.

-Hace dos años impresionó su solo de flauta en la plaza de toros de Ronda dentro de la Bienal de Flamenco, ¿cómo lo recuerda?

-Fue de las cosas más singulares que he hecho en mi vida, una experiencia inolvidable, por tocar en ese recinto y con esos compañeros (Carmen Linares, Javier Barón, Chano Lobato...).

-Le gusta rendir culto a la casualidad, ¿sueña con repetir momentos y compañías como aquellas?

-Mis sueños son de futuro, no de pasado. Permítame que no apunte nada más. El que suceda o no, lo dejo en manos de la casualidad.

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