Carta a un desconocido

Podría ser su marido, podría estar sentado ahora mismo a su lado, podría ser su médico, podría ser incluso su madre

En algún lugar de la ciudad, quizá leyendo esto en un bar, quizá sacando cubos de barro de un garaje, está el candidato del PSOE a la alcaldía de Málaga. ¿Cómo será? ¿Hombre o mujer? ¿Joven? ¿Sanchista? ¿Susanista? Es un personaje realmente inquietante, ¿qué pensará del Astoria? ¿O de los Baños del Carmen? Quizás estaba el lunes entre el público viendo a Hollande, quizá leyó las declaraciones del alcalde, quizá tiene un ojo de cristal o quizá acaricia ahora mismo a un gato negro. Quizá ni siquiera sabe que es el elegido, eso es lo que más vértigo da, quizá hace su vida normal sin saber el destino que le espera. Sale a trabajar por las mañanas o lleva a sus hijos al colegio tan felizmente, sin sospechar siquiera que un día será el candidato del PSOE a la alcaldía de Málaga.

Pero esa persona existe ya, y está en alguna parte, y mientras todos hablamos del PP y el alcalde, nadie sabe siquiera su nombre. No lo saludan por la calle, ni le dicen que es una vergüenza lo sucio que está todo o que no se puede seguir construyendo en los arroyos. Pasa completamente desapercibido. Podría ser su marido, podría estar sentado ahora mismo a su lado, podría haber compartido con usted el ascensor, podría ser su médico, podría ser incluso su madre. Podría ser cualquiera de nosotros, menos Bendodo.

Pero, ¿cómo reconocerlo? ¿Cómo desenmascararlo? ¿Cómo saber siquiera si duerme con nosotros? El problema es peliagudo. En primer lugar debe ser alguien completamente incapaz de ganar unas elecciones, sin absolutamente ninguna posibilidad. Debe ser alguien que no despierte interés, alguien que carezca de toda relevancia en la ciudad, que sea poco conocido, que no haya jugado un papel importante en nada, que no guste a la militancia del PSOE y que no sea Bendodo. O sea, casi cualquiera, desde su familia política a alguien de la propia dirección del PSOE. Y eso es lo más escalofriante, podría tenerlo usted ahí al lado cada día, y sin embargo no poder decirle, oye, a ver si algún año no se nos inunda el barrio o ya está bien de tanto SARE. Y lo que sin duda resulta más frustrante de todo, tampoco puedes zarandearlo enérgicamente por los hombros, mientras le gritas bien fuerte a la cara "Espabilad ya de una vez, leches, que esto hace rato que ha empezado, y os están robando otra vez hasta la última gallina".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios