Moción inexplicable

No hay beneficio alguno para Abascal, que vuelve a demostrar su imposibilidad de entender el juego democrático

Ni Valle-Inclán en sus mejores sueños imaginó que uno de sus esperpentos sería representado y mejorado en el parlamento de España. Porque eso es lo que proyecta Vox realizar el próximo martes: una desfiguración chusca y grotesca de la realidad con la degradación consciente de personajes e instituciones. Mucho se está escribiendo sobre la moción de censura, pero es difícil entender cuál es la razón política que mueve a los principales protagonistas para articular esta pantomima. Muy desesperado debe andar Vox para diseñar una actuación parlamentaria en la que de entrada reconocen su incapacidad de liderar por sí solos una alternativa que presentar a la ciudadanía española y necesitan desempolvar viejos líderes para apoyarse en ellos para además no conseguir ni un solo apoyo que no sea los de sus propios diputados. No hay beneficio alguno para Abascal y su partido, que vuelve a demostrar su imposibilidad de entender el juego político democrático y que solo saben encarnar el papel de provocadores y contestatarios. Ni el protagonismo ni la situación complicada en que pretenden situar al PP justifican este disparate que está causando estupor entre sus propios votantes.

Aún hay mayor dificultad para encontrar alguna razón lógica por la que el profesor Tamames haya aceptado tan disparatado encargo y convertirse así en el estandarte y banderín de enganche de la extrema derecha. Ni la egolatría ni la vanidad son razones suficientes para justificar esta súbita encarnación del profesor en paladín de la causa populista. Entristece ver como el ilustre economista se empeña, contra el criterio de la gran mayoría, en prestar, según el mismo dice, su último servicio a España,, sin pararse a pensar quién y para qué le piden ese supuesto servicio. Es la viva imagen del voluntarioso muchacho que se empeña en cruzar la calle a un anciano aunque este no quiera hacerlo. Pero lo peor de esta absurda farsa es ver como el señor Tamames se pliega a la voluntad de su mandante y acepta pasar la censura que desde Vox le imponen a su discurso y se reúne con ellos para acordar líneas y mensajes. Que a estas alturas el señor Tamames acepte voluntariamente la censura y que su censor sea el señor Abascal no deja de ser una enorme contradicción. Posiblemente, en su intervención haya alguna reflexión interesante, pero nada ni nadie podrá obviar por qué está ahí, quién lo llevó a ese sitio y qué pretendía con ello. Volar tan alto para caer tan bajo. Inexplicable.

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