El problema catalán llega a saturar. LLevamos meses pendientes de las continuas incidencias que ha creado el movimiento secesionista con sus secuelas políticas y judiciales. Y el problema ha sido de tal intensidad que todo lo que no fuera relacionado con esta cuestión palidecía y no llegaba a alcanzar ningún relieve. Pero la verdad es que hay vida más allá de la burbuja catalana. Durante este tiempo la realidad fluía cargada de esperanzas, frustraciones, problemas y alegrías, pero nada parecía tener la suficiente fuerza como para rescatarnos de la tensión informativa que generaba el separatismo. Fuera de la burbuja, la actualidad nos ha traído los temas de siempre que en otras circunstancias hubieran captado nuestro interés. Seguimos a vueltas con la corrupción y, aunque en el caso Gürtel se han oído tremendas acusaciones en boca de la fiscal y de algún cualificado funcionario de policía, la cuestión no ha conseguido abrirse paso con suficiente fuerza informativa. Ni siquiera este interminable verano con su amenazante sequía ha alcanzado el primer puesto de la información, más allá de los aciagos días de los incendios en Galicia que rápidamente fueron sepultados por resoluciones judiciales y prisiones provisionales sin fianza. Solo referencias fugaces al cambio climático que por sabidas no llegan a mover especial atención. Tampoco los datos de empleo, que no han sido nada positivos por tercer mes consecutivo y que vuelven a generar dudas sobre la realidad de la recuperación económica, han merecido una explicación por parte del gobierno que ha preferido optar por la discreción y hablar tan solo, como no, de las cifras del paro en Cataluña.

Pero hay que reconocer que lo que ha hecho disminuir la tensión informativa catalana y la ha desplazado de tertulias, conversaciones de amigos, charlas de bares y comentarios en el trabajo ha sido los colores de la nueva camiseta de la selección española. El fútbol de nuevo ha acudido en nuestro rescate y ahí tenemos en el centro del interés público el debate sobre el resultado cromático de la nuevo uniforme deportivo. En estos días de tantas banderas y enseñas, nada más oportuno que traer a la palestra los colores republicanos. Ya han aparecido los guardianes de las esencias patrias clamando contra esta nueva equipación de tan sospechosos colores y exigiendo un colorido rojo y gualda sin camuflajes. Nueva polémica que al final, no nos confiemos, terminará en un debate político sobre todo si convertimos a Piqué en protagonista del evento. No tenemos remedio.

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