El catastrofismo es una tendencia de análisis político de éxito. Se trata de preconizar males ante cualquier coyuntura. Esta actitud siempre da un halo de experiencia que presupone un gran conocimiento. Después, si las previsiones negativas no se cumplen no ocurre nada, porque siempre habrá una nueva razón para justificarlas o simplemente la opinión pública ya estará enredada en otra encrucijada en la que siempre habrá también nefastas profecías. Así pasó con las primarias del PSOE. No solo se aventuraron con rotundidad resultados que no ocurrieron, sino que se anunciaron perjuicios sobre fracturas y divisiones que por más que se aseguraron, al día de hoy, no han sucedido. Pero igualmente existía la tendencia ingenua que aseguraba que las aguas volverían a su cauce y que estaríamos ante una partido sosegado y unido una vez concluidas las primarias y celebrado el Congreso Federal.

Ni lo uno ni lo otro. Evidentemente los socialistas ni se han dividido ni se han fracturado, pero están lejos de ser todavía una tranquila balsa de aceite. Porque por más que se hayan hecho proclamas de adhesión a la nueva ejecutiva, lo cierto es que el llamado proceso congresual no ha terminado y aún quedan por dilucidar importantes ámbitos territoriales donde se sigue disputando la influencia orgánica que son claves para el resultado final del mapa político. Estamos pues a mitad del camino y lo que queda por recorrer en muchas instancias provinciales y regionales llevará a reproducir disputas y debates que recordarán las pasadas primarias federales. Y es lo lógico. A todas las instancias llegó la confrontación federal y en todas ellas tendrá que celebrarse la misma discusión, con las mismas ideas aunque con distintos protagonistas. Otra cosa sería cerrar el debate en falso.

Pero, además de los resultados federales, se han producido cambios lo suficientemente profundos como para pensar que se tardará algún tiempo en que los distintos niveles de la organización los asuman. La evidente pérdida de poder e influencia de los barones territoriales es un cambio de tal profundidad que, de no naufragar y llegar a buen puerto, deberá llevar a un nuevo comportamiento en las federaciones que todavía no se han producido. De hecho, el admitir que el Congreso Federal pueda tomar decisiones sobre política territorial sin contar con la aquiescencia de los jefes de filas autonómicos no es algo que estos aún tengan interiorizado. Y para esto se necesitará mucha firmeza y algún tiempo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios